Los desechos del Estado

AutorJavier Sicilia

En su intento por descifrar al Estado, Giorgio Agamben habla de una figura del derecho romano arcaico llamada homo sacer ("El hombre sagrado"), un ser que, abandonado de la protección del Estado, cualquiera podía matar impunemente. Al ser expulsado de su contexto social, político y cultural, ese "hombre", dice Agamben, se volvía una vida nuda, una vida al margen.

Más acá del profundo análisis de Agamben sobre esta figura en la historia de Occidente, es posible decir que en México todos los seres humanos nos hemos vuelto "hombres sagrados" en potencia. Pese a tener legal-mente nuestros derechos humanos preservados en la Constitución, hoy en día cualquiera puede extorsionarnos, secuestrarnos, torturarnos, destazarnos, desaparecernos, y el crimen quedará impune. Para el Estado mexicano no somos, como ciertas fracciones de seres humanos lo fueron para el nazismo, objetos de experimentación o, para el sovietismo, parte de una tarea histórica o, para el llamado neoliberalismo, residuos. Somos simplemente desechos potenciales en la apresurada marcha de esa cosa amorfa llamada Cuarta Transformación.

Para saberlo no es necesario reiterar la existencia de miles de fosas clandestinas, de miles de kilos de masa humana enterrados en muchos predios del país, de decenas de masacres, de centenas de miles de homicidios, feminicidios y desapariciones, de territorios tomados por poderes fácticos a lo largo de estos últimos 15 años. Hay que ver simplemente el cinismo con el que, por ejemplo, el poder soberano de nuestros gobernantes escatima medicinas para el cáncer y envía a nuestros niños a hacinarse en esas celdas carcelaria llamadas eufemísticamente "aulas", mientras les niega su derecho a ser vacunados contra el covid-19 porque "no son población de riesgo". No importa que cerca de mil niños hayan muerto a causa de la pandemia y 70 mil hayan contraído el virus. La legalidad del poder del Estado dicta sobre la vida nuda de los niños.

Hay, sin embargo, otros seres que expresan de forma más cruda esa condición: los "desplazados" y los "migrantes". Los primeros, a diferencia de los niños o de ciertas víctimas de la violencia, al menos tienen la posibilidad de manifestar su enojo e intentar revertir su condición de vida nuda mediante vericuetos jurídicos; éstos se encuentran en una indefensión mayor. Despojados de cualquier posibilidad de ser protegidos por el Estado, tienen que abandonar sus tierras presionados o perseguidos por poderes fácticos que el Estado...

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