Democracia corrompida

AutorHéctor Tajonar

Nuestra democracia adolescente evoca a la retadora Alicia o a la insinuante Teresa de Balthus (museos Pompidou y Metropolitan, respectivamente). Nadie cree que la quinceañera vestida de crinolina blanca descendiendo la escalera del salón de fiestas envuelta en humos de hielo seco sea la señorita respetuosa del catecismo democrático que se promueve en los discursos. Todos los invitados a esa fiesta ficticia y dispendiosa recuerdan con orgullo las perversiones que le enseñaron desde pequeña. Lamentablemente, lo que vivimos en México no es fruto de la imaginación literaria o pictórica, sino una deleznable realidad cotidiana, como la de las jovencitas obligadas a prostituirse desde niñas. (¿Te acuerdas, apa? -pregunta nostálgico el góber precioso.) El árbol que crece torcido es para treparse y jugar en él.

Como lo han confirmado las elecciones celebradas en 14 estados del país el pasado 7 de julio, la democracia mexicana está rodeada de obstáculos que le impiden consolidarse, a pesar de sustentarse en leyes e instituciones que, formalmente, se hallan a la altura de las mejores del mundo. El primero de esos obstáculos es el instrumento esencial de la democracia representativa: los partidos políticos. De acuerdo con el informe más reciente de Transparencia Internacional sobre la corrupción en 107 países, los partidos políticos son la institución más corrupta a nivel mundial, con una calificación promedio de 3.8 en una escala del 1 al 5. Uno de los peores resultados en este rubro los obtuvo México (junto con Grecia y Nepal), donde la percepción de corrupción de los partidos políticos alcanzó un puntaje de 4.6, sólo por debajo de Nigeria, con 4.7. (Global Corruption Barometer 2013, páginas 15-17.)

Ello significa que los partidos políticos de México son paradigma de la corrupción institucional en el mundo. El bien ganado honor lo tenemos a la vista. Lejos de cumplir con el mandato constitucional, los partidos operan como oligarquías pa-trimonialistas. Camarillas de abusados-abusivos, especialistas en la triquiñuela y el engaño, ávidas de la concupiscencia del poder.

El sistema de partidos de México, al que en algún momento Sartori llamó "he-gemónico pragmático", sigue siendo un ente sui géneris, inclasificable; un amasijo que ha sustituido la hegemonía por la pluralidad y ha sumado la promiscuidad al pragmatismo. La pregonada renovación del PRI responde más a la obligada adaptación a un pluralismo emergente que a la evolución de las ideas y...

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