En defensa de Humberto Benítez

AutorÁngel M. Junquera Sepúlveda
CargoDirector
Páginas1-4

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La escena que protagonizó la hija del Procurador Federal del Consumidor fue, a todas luces, arbitraria: como no se le asignó la mesa que quería en un restaurante, la joven acudió a la Procuraduría Federal del Consumidor y solicitó que, de inmediato, acudieran al restaurante algunos inspectores para clausurarlo. ¿Con qué pretexto? Daba igual. Ése era trabajo de los inspectores que trabajaban bajo las órdenes de su padre.

Aunque unas horas más tarde ella pidió perdón a través de las redes sociales, el daño estaba hecho. Su padre, que convalecía de una delicada operación quirúrgica, aguantó unos días y, finalmente, fue cesado. La noticia fue recibida con beneplácito adentro y afuera del país: a partir de ahora -fue el mensaje- no se permitirán abusos ni actos prepotentes. Los servidores públicos están para servir a la sociedad y no para aprovecharse de las instituciones en beneficio propio o en el de su parentela.

Aunque el mensaje es correcto y oportuno, hay que hacer una precisión: Humberto Benítez Treviño no es cualquier servidor público. Su impecable hoja de servicios así lo acredita. Fue Procurador General de Justicia en el Estado de México y en el Distrito Federal. Como Procurador General de la República, en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, logró decenas de consignaciones impecables. Antiguo agente del Ministerio Público, Benítez solía involucrarse en los asuntos delicados como no lo hicieron ni sus antecesores ni sus predecesores, por más prestigio académico que tuvieran.

Más adelante, fue secretario general de Gobierno del Estado de México, cargo desde el cual sirvió como puente entre la vieja clase política...

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