Las declaratorias de UNESCO, convertidas en franquicias

Puesta casi como un logo para atraer turistas y consumidores, la denominación "patrimonio cultural de la humanidad" pareciera estar perdiendo el verdadero espíritu de salvaguardia que, se supone, impulsa a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) a inscribir un bien o una tradición en sus listas.

En el caso de las tradiciones vivas, el riesgo se antoja mayor, pues se trata de las costumbres de muchas comunidades que ven trastocados sus rituales y cotidianidad en aras de un interés meramente económico, cuyas ganancias -la mayor de las veces- ni siquiera les beneficia.

Han transcurrido 12 años desde la Conferencia General de la UNESCO que, en su 32 reunión en París, Francia, aprobó la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI). Fue un 17 de octubre de 2003, y México la ratificó dos años después durante el gobierno de Vicente Fox.

Cuenta hasta la fecha con siete elementos inscritos por México: Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos; los lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán de la Peña de Bernal, guardiana de un territorio sagrado; La ceremonia ritual de los voladores de Papantla; la cocina tradicional mexicana; la pirekua, canto tradicional de los purépechas; la fiesta tradicional de los parachicos, y el mariachi.

Ahora Noriko Aikawa-Faure, especialista en estudios culturales nacida en Japón y pieza clave en la elaboración del documento; Chérif Khaznadar, poeta francés nacido en Siria; y Koichiro Mat-suura, exdirector general de la UNESCO, hacen una evaluación del acuerdo al cual se opusieron varios países como Estados Unidos, Canadá e Inglaterra, y hoy está suscrito por 163 Estados.

Los tres fueron entrevistados por Proceso (con la traducción de la antropóloga Lourdes Arizpe) durante su visita a México para participar en el III Congreso Internacional sobre Experiencias en la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, realizado del 3 al 6 de septiembre, en Cuernavaca, Morelos.

Desequilibrio

Aikawa recuerda que se acercó a Arizpe, cuando fue subdirectora general para la Cultura de la UNESCO (1994-1998), apelando a su formación profesional como etnóloga, solicitándole apoyo para crear la Convención del PCI. Existía ya la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de 1972, en el cual se inscriben bienes físicos.

Cuenta la diplomática japonesa que tras la caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, países como las repúblicas soviéticas, los bálticos o los del centro de Asia deseaban crearse su propia identidad. De otra parte, muchos países africanos y latinoamericanos no se consideraban suficientemente representados en la Lista del Patrimonio Mundial, algunos incluso no cuentan con mucho patrimonio edificado. Estos países expresaron su interés en contar con un documento internacional normativo para proteger sus culturas vivas.

Aun hoy, admite, los países africanos y latinoamericanos no están incluidos en forma amplia en la Lista Representativa del PCI. Los del este asiático sí han presentado más candidaturas, y hasta otros europeos que inicialmente se opusieron a la Convención:

"Esto se explica porque los países con mayor capacidad financiera pueden presentar candidaturas más fácilmente que...

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