Culpa

AutorMariano Albor

La escena es una herencia antigua. Resulta añictiva porque cada vez que se repite arrastra al espíritu humano hacia una insondable oscuridad abismal.

Primero es la desproporción de las ventajas que dan el número de individuos, los uniformes, las insignias y las armas: es la autoridad del Estado. En el despliegue de la fuerza pública hay una cierta ferocidad rapaz porque sabe que la presa es frágil. Luego, la captura y el breve cautiverio entre las vejaciones de la gendarmería. Después, el hacinamiento en el carro que los conduce a un solo destino: el paraje sucio de los desperdicios. En la negrura nocturna llegó el instante de los verdugos, expertos en la infamia y especialistas en la muerte. Al final, el fuego, las escasas cenizas y un silencio diferente y amargo que dignifica el paisaje ruin y sustituye la última Oración. ¿Será ésta la banalidad del mal de la que habló Hannah Arendt?

La destrucción de los jóvenes mexicanos en territorio guerrerense le presenta al Estado de Derecho una serie de cuestiones y problemas que debe atenderse política y jurídicamente. De acuerdo con su comprensión de las cosas, el gobierno federal, con apego a la fórmula crimen y castigo que se nutre en el principio de legalidad, le ha encomendado a la Procuraduría General de la República el tratamiento de los hechos que son relevantes para las leyes penales. Las propuestas fundadas en la tesis crimen y castigo tienen un contenido y un alcance político inevitable.

La voluntad política del gobierno está orientada a construir un caso de culpa criminal concreta -así la denominó ma-gistralmente Karl Jaspers- que se atribuye a individuos en particular para someterlos a un procesamiento penal ante los tribunales. La consecuencia es evidente, el tratamiento formalista de los hechos propone límites que separan a la sociedad y a las autoridades de las posibles culpas morales o políticas, en su caso.

Es cierto que el derecho penal es un lenguaje y un método reconstructivo de la realidad para reconocerla y verificarla jurídicamente. Esta razón metódica permite desentrañar todo el desarrollo causal que se presenta en la trama complicada de los comportamientos humanos. En la tarea de la reconstrucción se puede aproximar a los actos de conciencia de los ejecutores en sus procesos de ideación, deliberación y decisión, y reconocer la manifestación de la voluntad de quien finalísticamente lleva a cabo los hechos.

Hasta el día de hoy, el procurador general de la República...

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