Crítica a la Secretaría de las Mujeres

AutorMarta Lamas

Gabriela Rodríguez las tiene, y tiene también criterio político y formación profesional. Psicóloga de la UNAM con una Maestría en Antropología Social de la ENAH, ha realizado estudios de posgrado en el Institute for Health Policy Studies en la Universidad de California y en la Evans School of Public Affairs de la Universidad de Washington. Además fundó y dirigió Afluentes, una ONG constituida para promover los derechos sexuales y reproductivos en programas gubernamentales y no gubernamentales, y para realizar investigación operativa en salud sexual y reproductiva de adolescentes. Tuvo un notable papel en la Asamblea Constituyente, donde defendió posiciones progresistas. Su designación es lo mejor que le pudo pasar al movimiento de mujeres: una compañera feminista capaz, valiente y con una trayectoria política impecable.

Ahora bien, para mí el problema central no es el paso de Instituto a Secretaría, aunque desconozco las complicaciones presupuéstales que ello implica, sino en mantener la orientación exclusivamente hacia las mujeres. Entiendo, y por eso soy feminista, que las mujeres, en tanto grupo social, viven una problemática específica. Pero esa especificidad se debe al orden social de género que también afecta, con otro tipo de especificidad, a los varones y a la población LGBTT. Y si bien cada día hay más acciones ciudadanas en defensa del derecho a decidir de cada persona con respecto al uso reproductivo, sexual y comercial de su cuerpo, a la definición de su identidad de género, a la defensa de su orientación sexual, a la modificación de su aspecto corpóreo y al control sobre la duración de su vida, todavía no hay las políticas públicas que respalden esas decisiones.

Necesitamos, sin duda, una nueva perspectiva respecto a la problemática de género, que afecta no sólo a las mujeres. Es necesario explorar cuáles serían las condiciones materiales y jurídicas que posibilitarían vínculos más humanos, y únicamente una mirada integral permitirá que las respuestas gubernamentales no se reduzcan a mecanismos paliativos, como las llamadas "políticas rosas", que instalan respuestas diferentes y segregadas para atender sólo a las mujeres.

Las políticas rosas reproducen la idea de que la violencia de género es un "problema de mujeres". Es obvio que la violencia de género afecta de manera diferenciada a las personas, que existe una particularidad en esa violencia cuando se dirige a las mujeres, así como la hay en la dirigida a los hombres, y...

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