De cristiano a cristiano (carta de Sicilia al Papa)

Por eso, antes de tu llegada a México, he venido en nombre de ese nosotros hasta Roma para decirte, desde nuestro dolor de víctimas, que México vive en el sufrimiento de esa semana desde hace cinco años, un sufrimiento que se extiende por el continente americano como el cuerpo vilipendiado de Cristo. Tenemos, según cifras oficiales, 47 mil 551 asesinados de las formas más horribles y despiadadas -esto quiere decir más de los muertos en Irak en el mismo periodo y casi dos veces más del número de víctimas en Afganistán-, más de 20 mil desaparecidos de los cuales el gobierno no puede dar cuenta de su paradero, más de 250 mil desplazados y de migrantes centroamericanos viviendo en condiciones inhumanas -a los que día con día se agregan decenas de más muertos, de más desaparecidos y desplazados-y 98% de impunidad. Esto quiere decir que si alguien asesina, secuestra o explota a alguien hay sólo 2% de posibilidad -es decir, casi nada-de que se le atrape y se le castigue conforme a la ley.

México y Centroamérica, amado Benedicto, son en este momento el cuerpo de Cristo abandonado en el Huerto de Getsemaní y crucificado en medio de dos delincuentes. Un cuerpo, como el de Nuestro Señor, sobre el que ha caído toda la fuerza de la delincuencia, de las omisiones y graves corrupciones del Estado y sus gobiernos, de la prohibición del consumo de drogas en Estados Unidos, de su producción de armas que pasan ilegalmente a nuestro país para armar a los delincuentes, del lavado de dinero que deja cuantiosas sumas, de una Iglesia jerárquica que -con sus excepciones y su mejor rostro, los religiosos- guarda un silencio cómplice, y de un mundo -ese american wayoflife- que ha reducido todo a la producción, el consumo y el dinero, instrumentalizando a los seres humanos; un cuerpo, como el de nuestro Señor, herido, llagado, vilipendiado, humillado, criminalizado, mezclado con asesinos, vive en la inseguridad, la injusticia y el llanto; un cuerpo que en los miles de rostros que hemos visto en nuestro largo peregrinar por la nación, reuniéndolos, consolándolos y visi-bilizándolos, en su angustia, en sus palabras de miedo, de coraje y de abandono, pregunta, como Cristo preguntó en Getsemaní y en el Gólgota: ¿Dónde está el Padre? ¿Dónde, después de la Resurrección, están los que representan su amor, los que afirman hablar en su nombre y responder al dolor de Cristo en su pueblo con esa misma esperanza?

Cuando llegues a México, amado Benedicto, y aunque sabemos que...

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