El costo de apagar el fuego con gasolina

AutorJavier Sicilia

Cuatro años después la afirmación resultó más grande y terrible. El llamado "gasolinazo" con el que el gobierno de Enrique Peña Nieto celebró la entrada de 2017 y con él, sin saberlo, el centenario de Rulfo, hizo más grande y profundo el incendio. Las llamas del zapatismo no sólo se extenderán rumbo a 2018 por todo el país, sino que el incendio se volvió por fin real y concreto en la vida de todos los mexicanos. Lo que no logró el levantamiento zapatista en 1994 -los indios y las vidas agrarias eran para muchos sólo una parte de la vida del país que no les afectaba directamente-, lo que no logró el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) y el horror de los asesinados y desaparecidos de Ayotzinapa -los muertos y los desaparecidos por más grande que sea su número son siempre los muertos y los desaparecidos de otros-, lo que no logró el constante chorro de gasolina con el que la clase política no ha dejado de inundar al país -mentiras, traiciones, corrupción, pactos de impunidad, nexos con el crimen organizado, violaciones a los derechos humanos, arrasamiento de selvas, territorios, culturas y vidas- parece, por desgracia, estarlo logrando el "gasolinazo". Esa alza en el precio del combustible, que toca directamente a todos, parece habernos hecho entender por fin lo que tanto el zapatismo como el MPJD no han dejado de repetir, que el sistema político mexicano es un sistema criminal e inhumano que es necesario refundar si queremos apagar el fuego y trazar una ruta para el país.

El incendio que el "gasolinazo" ha suscitado puede, por lo mismo, convertirse en un verdadero proceso social que, mediante una revolución no-violenta, se transforme en una corriente de agua que apague el incendio. Los zapatistas han puesto nuevamente el ejemplo. Se trata ya no sólo de resistir y de demandar -lo hemos hecho demasiado tiempo sin resultados-, sino de tomar esa vez la ofensiva mediante un movimiento que le arranque a las partidocracias lo que nos usurparon y nos pertenece: la democracia y el proceso electoral. Se trata de construir una plataforma civil que, bajo un programa verdaderamente democrático y con el apoyo y el respaldo de la indignación ciudadana, tome el poder en 2018 y cree un nuevo pacto social donde la gente y la vida del país, y no el dinero y los intereses económicos de la macroeconomía, sean el objetivo. Ese movimiento debe tener una lógica absolutamente distinta a la de los partidos y debe estar representado por li-derazgos que...

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