Para la corrupción, la solución no es un nuevo presidente

AutorSabina Berman

Gracias a la prensa, no por cierto a las instituciones del Estado, hoy sabemos el tamaño y lo sistemático del saqueo. Nuestros funcionarios toman para sí dinero directamente del presupuesto de cultura, pero igual del presupuesto de educación. Igual del de urbanización. Igual del de salud.

Nuestros funcionarios deciden quiénes serán los constructores de las obras públicas, y deciden las mismas obras públicas, no por sus méritos y su necesidad, sino de acuerdo a la subasta de los sobornos que puedan embolsarse. Quien da más al funcionario gana la obra, no quien da más al país.

Y finalmente, los gobernadores, los alcaldes y los delegados, así como las fuerzas policiacas, ofertan su silencio y su cooperación al crimen organizado. A narcotraficantes y a peores delincuentes, pederastas, ladrones, violadores, tratantes de blancas y niños, y asesinos.

El saqueo es continuo y no tiene ideología. En él participa la Izquierda y la Derecha y el Centro. Hace una semana nos despertamos con el monto desorbitado del robo de un exgobernador priista al estado de Veracruz y este lunes con el video de la entrega de paquetes de billetes a una diputada de Morena. El debate entre los políticos se ha convertido en un Y tú más, Y yo menos.

Y si la corrupción es nuestro enorme problema, la solución tampoco puede ser ideológica. Nada tiene que ver aquí que quienes gobiernen en el futuro sean de la Izquierda o de la Derecha o del Centro. Como tampoco importan las promesas de honestidad de un candidato a la presidencia o de otro. Los mexicanos seríamos muy brutos si pensáramos que un nuevo presidente es la garantía del desmantelamiento del gobierno criminal, sencillamente porque así lo dice.

Al contrario, nuestra historia reciente muestra que los nuevos presidentes muy rápido renuncian a la lucha contra la corrupción, porque no tienen alicientes para hacerlo y sí muchos para administrar el desfalco en su propio beneficio político y económico.

La solución debiera ser entonces más simple y directa. Más lógica. Si el problema es la corrupción, su solución es imponer al centro del sistema una institución vigía: una institución que vigile a los funcionarios de gobierno, sorprenda sus pillerías y las sancione, y regrese lo robado a las arcas del país.

En el diseño del Estado mexicano se encuentra tal institución. Es la PGR. La Procuraduría General de la República, cuya función es esa. Es decir, idealmente es esa. Vigilar, sancionar, restituir. En la práctica, ¿quién no lo...

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