Las últimas corridas, tocadas por la mediocridad

AutorLeonardo Páez

Con esto de la transparencia digitalizada como fuente de conocimiento y prosperidad tampoco los taurinos saben si van o vienen, no obstante una tradición de 487 años en nuestro país y que de cuatro décadas para acá la fiesta brava acusa los efectos de un neoliberalismo taurino al que le resultó más práctico autorregularse que observar el reglamento, aprovechando la negligencia de las autoridades -escoja partido político- para cumplir y hacer cumplir la normativa de una expresión con fuerte contenido cultural, identitario, económico y político.

A este mal disimulado secuestro de otra práctica política y culturalmente incorrecta, según los dictados del pensamiento único emitidos desde los centros de poder, se añade un concepto de negocio y un ejercicio empresarial opaco por parte de algunos de los mexicanos más ricos del mundo, ejercicio que no tardó en comprobar que, si no más barato, por lo menos resultaba más cómodo impor-tar figuras de los ruedos que producirlas en el país.

Los efectos de esta sudamericaniza-ción taurina no se hicieron esperar y la dependencia deMéxico con respecto a España ha aumentado también en este ámbito, hasta reducir el interés del público a dos o tres apellidos, con el consiguiente desposicionamiento de los toros entre opciones de espectáculo.

Pero el problema rebasa la poca u ocasional afluencia de espectadores a los cosos para permear a todo el sistema tau-rino, erosionando los criterios de empre- ' sarios, ganaderos, toreros, autoridades, medios y asistentes, hasta convertir la añeja y otrora apasionante práctica en función predecible y vistosa, en el mejor de los casos, o en costoso tedio sin proporción entre lo que se cobra y lo que se recibe, en el peor.

La ausencia de revistas especializadas y de libros sobre el tema reduce las posibilidades de información y formación del público a unas cuantas secciones de periódicos, amables emisiones televisivas, algunos programas de radio y portales en Internet, lo que da como resultado un espectador acrítico y unos actores abusivos, habida cuenta de que nadie quiere torear bravura con edad y ningún ganadero se anima a criarla porque ningún empresario la paga, al tiempo que las autoridades de la Delegación Benito Juárez aprueban por sistema lo que adquiere la empresa, mientras que los públicos, a decir de un ganadero, "ya no distinguen entre un toro de lidia y una burra preñada".

Con todo, en los primeros seis festejos de la temporada 2013-14 celebrados en la Plaza...

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