Convertir al Estado en empresa debilita derechos y garantías ciudadanas

AutorSergio García Ramírez
CargoMiembro del Consejo Editorial de Foro Jurídico
Páginas24-27

Page 25

"A la benevolencia del Instituto Nacional de Administración Pública debo corresponder con el aprecio que dicta la gratitud y la brevedad que impone la cortesía. Mi reconocimiento, pues, por la decisión que me concede la medalla designada con el nombre de José María Luis Mora, una medalla acreditada y un nombre ilustre.

El doctor Mora iluminó los trabajos de la nación en tiempo de emergencia. Fueron, las suyas, horas de reflexión y definición. Por ello contienen enseñanzas y sugerencias para las horas que se hallan en curso, cada una en su circunstancia. Entonces era necesario alertar el talento y despejar la mirada para administrar el presente y erigir el futuro. Dondequiera prevalecía la incertidumbre. También prevalece hoy. Si antes apremiaba el nacimiento, hoy urge un renacimiento, condición de identidad y subsistencia.

En el alba de la república, Mora describió las revoluciones que formaron el genio y la figura de México y advirtió sobre los movimientos que forjarían el porvenir. Hombre de letras y de leyes, historiador, legislador, polemista, desplegó su talento y su amor por México en la gran tarea que imponía nuestra múltiple insurgencia: suprimir los lazos que anudaban con la antigua metrópoli, y los que aún retenían, en inquieto cautiverio, el pensamiento y la voluntad de los nuevos mexicanos.

Había que forjar la nación y la república. Y era preciso adquirir sobre la marcha la doble calidad que permitiría tan ingente empresa: ser integrantes de una nación en ciernes y ciudadanos de una república en formación. Misión estupenda, cuando la luz despuntaba. El doctor Mora hizo su parte y formó en las filas de los hombres de alborada, que son orgullo y ejemplo para los compatriotas de hoy. Acendró la convicción y contribuyó a la constitución.

Mora, el observador, describió su mundo y el talante de los mexicanos; refirió vicios y virtudes, miserias y grandezas. Un analista penetrante, José Luis Martínez, pondera “el fino sentido y la modernidad de sus observaciones sobre la condición del español en México, lo ridículo de la nobleza mexicana, la empleomanía, el cohecho y el soborno entre nuestros funcionarios públicos, la costumbre de cada nuevo gobierno de dar empleo a sus adictos”.

Martínez también recuerda una apreciación de Mora que no ha perdido vigencia: “las virtudes y carácter de los mexicanos no residen en las clases privilegiadas, sino en la masa del pueblo”. Nada de esto podría pasar inadvertido al historiador, al sociólogo, al político y al administrador público.

Instalado en el cruce entre dos siglos --que eran épocas de la historia y planteaban alternativas de individuo y de nación--, Mora tomó partido y propuso camino; admitió la declinación del pasado y alentó la aparición del futuro; militó por la libertad y se sumó a las razones y a las filas del progreso. No era fácil hacerlo, como no lo es ahora, en ambos casos bajo presiones sofocantes. Los años han cambiado; las pretensiones, no.

El doctor Mora se inscribió, por temperamento y vocación, en una de las grandes corrientes históricas que han disputado –y disputan todavía, con otras armas e idéntico vigor-- el dominio y el destino de la nación. Si ayer fue un adelantado, hoy sería un revolucionario; miraría con angustia el declive de la república y volvería a tomar partido y a proponer camino.

No es difícil suponer dónde militaría y dónde no. Elevaría la voz y emprendería el rumbo que caracterizaron su temperamento y su vocación. En el inicio del siglo XIX, México necesitaba voz y rumbo, como los necesita en el principio del XXI. En la encrucijada nuestra de cada día, la afiliación de Mora daría cuenta de su filiación. Era un hombre con proyecto de nación, don del estadista que le permite ser, con autoridad moral, conductor del pueblo.

En los anales del INAP --era presidente Luis García Cárdenas-- y que en el curso de tres décadas se ha concedido a siete integrantes del Instituto, bajo el signo del “mérito administrativo”. Esto invoca la entrega --que no es sólo aportación de ideas, sino compromiso de vida-- al desenvolvimiento de la Administración Pública, entendida como medio para el...

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