Conversación muy cerca de la Catedral

AutorFabrizio Mejía Madrid

-Estoy durmiendo -responde el filósofo.

-¿Hay una diferencia?

-Entre estar dormido y estar durmiendo la hay. Es la misma que existe entre estar jodido y estar jodiendo.

Recordé este pasaje inencontrable en los Diálogos de Platón por la frase que el presidente de la República articuló el martes pasado en un foro empresarial de un diario económico y que sí encontré en un video:

-Mi único propósito ha sido que a México le vaya bien. Estoy seguro que los anteriores presidentes también no han tenido (sic que se pierde en la gramática PRIennial tardía) otra misión más que ésa, ¿eh? Que a México le vaya bien. Nadie despierta, un presidente no creo que se levante y no creo que se haya levantado pensando -y perdón que lo diga- cómo joder a México. Siempre han pensado en cómo hacer las cosas bien para México.

En otro momento del mismo discurso, el presidente describió su visión de Estado y compartió con los empresarios su versión de la sustancia misma de ser el jefe del Ejecutivo:

-Déjenme platicarles que, bueno, cotidianamente salgo al interior del país, participo en distintos foros como el que estoy ahora, estoy en distintas partes de la República y, a veces, solamente en Pinos (sic, que echó de menos el "Los") atendiendo temas de distinta índole, pero permanentemente estoy recibiendo información, información, información y luego expreso mi al grado de consternación (sic que se lamenta de la expresión) y, digo, bueno, pásenme una positiva porque todas son que se volcó un vehículo acá, que el volcán está haciendo erupción, que un grupo armado se metió en tal lado... Muchas notas todos los días (sic para quien resulta igual "a Chuchita la bolsearon" que "el país se me cayó a pedazos" o, en la gramática PRlenniah "también no he tenido mucho de leer").

Veo y escucho estas declaraciones mientras ingresan los constituyentes de la Ciudad de México al recinto que era del Senado de la República. Se saludan de besito, vaporizan sus lociones debajo de huípiles de "Zapotek Party", lentamente van ocupando curules en las que contestar sus teléfonos. Es lo que retóricamente llaman "la clase política", pero verlos de cerca, en acción -una inacción peligrosa, pues alguien más ya ha decidido lo que votan-, es oler el tufillo de una oligarquía que se percibe como una aristocracia de la inmovilidad. Sin merecimientos -y, a veces, plagiando sus tesis en la Duckling University- lo que despiden es prepotencia. Están ahí, "haiga sido como haiga sido" -así son las cosas y...

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