Confrontaciones con el poder

Uno de los ideales de la generación de Scherer fue la defensa de las libertades, y él no escatimó esfuerzos en ello. Al hacerlo se situó en el centro nervioso de la élite del poder y en el vértice de las angustias nacionales, cuyas raíces pueden localizarse no únicamente en las tensiones, sino en los cuestionamientos sociales.

En sus ya legendarios trabajos periodísticos, que al paso de los tiempos arrojan luces nuevas -como los compendiados en sus Entrevistas para \a historia, volumen que bajo el sello Ediciones Proceso se presentó en noviembre último en la Feria Internacional del Libro de Guada-lajara-, destacó el divorcio entre el conocimiento y el poder. A Scherer le quedaba muy en claro el contraste tan marcado entre los dignos discursos del siglo XIX mexicano y los actuales.

La élite del poder solía coincidir entonces con la élite del conocimiento. Ahora, cuando los intelectuales entran en contacto con el poder no lo hacen como pares sino como subordinados. Los trabajos periodísticos de Scherer evidencian las prácticas de una élite de poder que, ávida de bienestar y celebridad, es totalmente ajena a la élite del conocimiento, la cultura y de la sensibilidad social.

Hoy, el conocimiento dejó de ser un ideal social y la élite del poder visualiza a la sociedad como un instrumento. En una sociedad de poder y filistea como la nuestra, decía don Julio, al conocimiento se le precia como un ornamento de conversación. En consecuencia, el conocimiento perdió su utilidad para darle a nuestras culturas un significado. Ahora el prestigio cultural inviste al poder con autoridad, lo que explica en alguna forma la profunda separación entre el sistema universitario y esa élite, sea política o empresarial. Scherer no colegía de ello la falta de inteligencia en nuestro sistema burocrático; la atribuía a la ausencia de calidad del pensamiento de este último, el cual no resiste una evaluación racional sustantiva. Las extravagancias del poder son la consecuencia social de este fenómeno.

Por lo anterior, sostenía don Julio, las decisiones y el trazo de políticas públicas no están precedidas de un debate intelectual de altura. Ahora las relaciones públicas se superponen al argumento, en tanto que la manipulación y los dictados del poder suplantan a la autoridad democrática. Desde luego, estas imposiciones carecen de una razonada discusión pública. Y más aún, los hechos relevantes que inciden en la toma de decisiones, e incluso éstas últimas, se clasifican...

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