Confinamientos: la libertad sin amistad solo es un largo bostezo.

[Esta es la ultima entrega de nuestra serie Confinamientos, en la cual intentamos dar espacio a hombres y mujeres brillantes intelectualmente hablando, para que nos compartieran sus experiencias durante el distanciamiento social llevado a cabo durante la actual pandemia de COVID-19. Para cerrar este ejercicio que, seguramente, retomaremos posteriormente con otra tematica importante, el poeta y periodista cultural nos entrega una breve reflexion desde su confinamiento donde los anos parecieran transcurrir con inusitada claridad en los pensamientos...]

Lo peor de todo es tener que nacer. La unica cura era morir joven. Envejecer ha sido estar en contra y soportar el castigo, como toro de lidia, hasta la suerte final y el deseo absurdo del arrastre lento. No habra mas. La paz eterna. Los cojines en el ruedo vacio.

Llegar de viejo a este confinamiento es no sentirlo. Solo es un miedo claro. Porque la misantropia ya me tenia convertido en un monje cartujo disidente.

Quiza la unica diferencia sea que pienso mas claro. Me quito ilusiones y veo sin parpadear el tamano de la catastrofe "invisible". Nos toca lo desconocido, lo que mas tememos. La paralisis de la cuarentena es sana respuesta a tal horror.

Lo mas temido esta aqui, muy presente. Se puede morir en cualquier instante. Como siempre. Pero esta vez la conciencia de la muerte no es por caminar hacia ella todo el tiempo, sino porque ahora parece que ella camina, corre, vuela hacia nosotros, con cada extrano en la calle, sin distinciones. Todos los desconocidos nos pueden contagiar. Y yo soy el desconocido absoluto para todos los demas. Risa loca.

Pero hay que romper la burbuja ideologica. Reconocer el confinamiento como hecho voluntario, como pleno respecto al contrato social, para no comunicar la violencia de la enfermedad a nuestra comunidad, sociedad, humanidad. Y todo cambia. Se siente y entiende mejor de que se trata la historia entera como trabajo de sobrevivencia: individual y colectiva.

He leido y estudiado a los clasicos de las epidemias. Releo a Shakespeare para confirmar su presencia constante en el habla de sus personajes. Recuerdo lo de Edipo y la ciudad de Tebas. Daniel Defoe y Samuel...

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