Colgando por exceso: historia, ética e identidad en la novela colombina descubierta, de Alicia Freilich

AutorMariana Libertad Suárez
CargoDoctora en Filología Hispánica. Correo electrónico: marianalibertad@gmail.com
Páginas241-256

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Por fin. Atrás las baratijas, esas reproducciones tan cursis de Marc Chagall que cuelgan por exceso en la sala y el comedor. ¿De dónde le vendrá al padre esa obsesión por comprar cuanta chuchería imite al pintor? Será el mal gusto de los pueblerinos. Confunden Quincalla con arte.

ALICIA FREILICH, Claper

La imagen que refleja la desesperación del poder frente a la fusión y confusión de categorías previamente generadas en su interior, frente a

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la negación de las diferencias instituidas desde distintos saberes y, sobre todo, frente al rechazo a ciertos gestos de jerarquización que intentaban fundamentar -por medio de cualquier acto represor- la ética y la estética de un territorio emergente, constituye quizá el elemento definidor más claro de la escritura contrahistórica de Alicia Freilich. En sus tres obras: Cláper, Colombina descubierta y Vieja verde, la autora recoge la huida de ciertas minorías étnicas, sociales, genéricas y culturales venezolanas, de esos espacios subjetivos preestablecidos para ellas -a lo largo del siglo XX- en las diversas manifestaciones provenientes de la alta cultura. Al mismo tiempo, esta autora intenta caricaturizar los esfuerzos que desde los espacios de poder y, en especial, desde la literatura canónica se han llevado a cabo para detener esta fuga.

En cada una de las obras de Alicia Freilich, el tono paródico de su discurso reescribe una serie de textos moralizantes -incluyendo los cuentos de hadas, la tradición oral venezolana y las representaciones publicitarias de mediados de siglo XX- hasta estallar, de manera más o menos directa, el discurso científico social y, en particular, el que sirve de fundamento a la Historia. Por ello, más que como un intento de crear una obra intrahistórica1 -en que se narraran los hechos registrados y legitimados por la alta cultura y por la academia, pero desde

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la perspectiva de un sujeto anónimo-, la novela Colombina descubierta (1991) bien podría ser entendida como la textualización del deseo de cuestionar la pureza del acto de escritura y la pretendida estabilidad del saber positivista, desde su mismo proceso de formulación.

Aunque por su estructura resulte difícil de resumir, podría decirse que esta obra -partiendo de la celebración del V centenario del descubrimiento de América, y echando mano de delirios, sueños, chismes de corredor y comentarios de manicomio- pretende contar algunos episodios de la vida de Cristóbal Colón. Curiosamente, y al contrario de lo que ocurría con la escritura subversiva de los noventa en Venezuela, la perspectiva que se elige para hacerlo es la del descubridor y la de las personas que lo conocieron; no obstante, en el marco de esta novela, Colón no es un hombre letrado y valiente que, para satisfacer los deseos de la corona y demostrar sus conocimientos científicos, se echa al mar, sino una mujer que, empobrecida y endeu- dada, decide constituir una identidad proteica que le permita la generación de un nexo afectivo; un ser que autofantaseándose otro, elige emprender un viaje que le permitirá crear su conciencia ética.

Desde los mismos subtítulos dentro de la novela -"En el nombre del padre", "Y del hijo", "Y del espíritu santo", "Santísima Trinidad" y "Amén"-, se inicia el tono desafiante que regirá la escritura, pues con ellos se anuncia que -de alguna forma- la novela, en un solo gesto tematizará y/o parodiará ciertas nociones fundadoras del catolicismo, hará referencia al saber psicoanalítico y glosará la posibilidad de conocimiento contenida en ese sistema de creencias; no obstante, sólo hasta el momento en que se comienzan a narrar las peripecias de la protagonista de Colombina descubierta, Cristina Colón, la autora dejará claro que en esta obra, ese deseo estructural de desdecir no será presentado sólo como una simple carencia, sino que, en su condición

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de deseo, será entendido desde su gran capacidad de producir discursos y, por tanto, de generar realidades.

Por ello, no es de extrañar que, aunque las personas gramaticales empleadas para la narración se alternen de manera azarosa, al final de cada capítulo aparezcan las iniciales del personaje central reflejando su autoría; marcas identitarias que, además, variarán en cada caso, pues Cristina será a ratos Colombina, Biná, Christa o Paloma. En otras palabras, este personaje que encarna a una mujer, madre, soltera, judía, promiscua, errante y pobre, se erigirá dentro de la obra como un sujeto deseante y deseado que, aunque pudiera parecer paradójico, consigue producir un discurso desde su marginalidad, pronunciamiento que -en un gesto supino de ironía- se empleará dentro del relato fundamentalmente para mostrar la insuficiencia de la escritura y el poder represor de la representación:

Sefre hace un gesto de sorpresa y con obvio interés agrega:

-El joven descubridor añade que cada capítulo abre con un dibujo pintado en el ángulo superior y a la derecha de las cuatro páginas, especia de insignia formada por una pequeña cruz al lado de dos letras. Aunque a primera vista parece un garabato ilegible, señala que en el lenguaje cabalístico, significa Bendito Dios y también Casa y Vida, que son la B. y la H. Así concluye Brandinga:

-Por éstas y otras características, entre ellas que la narración es versátil y verosímil, puede tratarse de un Diario Privado del Gran Almirante más la secreta historia de sus hijos y de sus confidentes, con añadidos muy posteriores que incluyen lo contemporáneo. Hago míos los versos de Walt Whitman, ¿recuerdan? Camaradas, esto no es un libro. Quien vuelve sus páginas toca un hombre. Y yo agregaría, o una mujer, o ambos... o muchos... arcilla humana en los escritos sucesivos (Freilich, 1991: 114- 115).

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A esto se suma otra estrategia empleada por Alicia Freilich para topicalizar la representación: la exposición recurrente de la discontinuidad como posibilidad de existencia. Ciertamente, la narración se privilegia como plataforma generadora y soportadora del ser; sin embargo, la cohesión y la coherencia propia de cualquier narración de identidad se verá fragmentada, en todos los aspectos temáticos y estructurales de esta escritura para, finalmente, mostrar entre las ranuras del discurso algunas sombras del espacio íntimo, previo a la verbalización.

Esta propuesta logra invadir artefactos de la cultura que parecían muy bien cimentados; por ejemplo, el tópico del diario, más aún de los Diarios de Colón -al menos a primera vista-, pudiera parecer un lugar común que, por exceso, ha perdido su significado. A pesar de ello, en Colombina descubierta, la lectura del diario desde el silencio y la fragmentación, es decir, desde lo que no ha podido ser verbalizado y, más aún, desde lo que se ha intentado verbalizar de manera insuficiente, confiere una nueva función a este recurso, que ayuda a la apuesta por la intimidad como espacio de emergencia de una identidad ética.

Así pues, con la imposibilidad de asir y, más aún, de leer los diarios de Colón mostrado(a) dentro de esta novela, se deja en claro que ni las inconsistencias, ni los temores, ni los vacíos de la intimidad pueden convertirse en discurso, al tiempo que -con la fusión y confusión de personajes que acceden, interpretan y glosan la escritura del descubridor(a)- cada uno de estos elementos indecibles se transforma en el único código común que permite la lectura de Cristina Colón desde sí misma. Por eso, todos los discursos que intentan reorganizar la funcionalidad social e histórica de los...

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