Colaborador Invitado / Sin rumbo, no hay futuro

AutorColaborador Invitado

Manlio Fabio Beltrones

México cumple nueve años de gobiernos de alternancia, sin que éstos hayan cumplido su tarea de diseñar un sistema fiscal suficiente, ni un Estado de derecho pleno. El anhelo democrático de los últimos decenios contrasta hoy con un desempeño gubernamental de calidad precaria.

En estas circunstancias, las finanzas públicas merecen una atención especial, pues durante mucho tiempo fueron objeto de un descuido injustificable. O los funcionarios no prestaban la atención debida, o el gobierno no comunicó oportunamente su gravedad. Nunca se alertó que el "destino" nos pisaba los talones, hasta que en forma tardía se dio la voz de alarma. Antes, se había afirmado que los efectos de la crisis financiera mundial tendrían repercusiones limitadas en nuestro país.

La verdad, ahora la insolvencia del gobierno a nivel federal y estatal es un escenario factible, lamentablemente, pero evitable aún. El presidente Felipe Calderón envió al Poder Legislativo la Ley de Ingresos de la Federación para el 2010, con previsiones para superar un "boquete fiscal" que el gobierno federal estima en 300 mil millones de pesos. La propuesta llegó a los legisladores con la gravedad de un enfermo que ingresa al área de emergencias de un hospital. Si bien se entiende la necesidad de contar con mayores recursos públicos, las medidas propuestas por el gobierno federal y la realidad de la mayoría de los mexicanos no son compatibles.

Otra vez, las diferentes fuerzas políticas representadas en el Congreso nos hemos encontrado discutiendo únicamente cómo solventar el gasto del año entrante. La coyuntura ha impuesto el peso de la necesidad inmediata sobre la visión de Estado y de futuro del país. Pero no es posible dejar que el corto plazo se siga imponiendo sobre los propósitos de largo plazo. Es hora de adquirir nuevos compromisos para construir un horizonte viable. Por ello, es indispensable emprender la tarea de reformar la hacienda pública, más allá de una ley recaudatoria para el siguiente año.

Se necesita una reforma hacendaria que responda a dos preguntas fundamentales: ¿Para qué queremos los recursos públicos? ¿A dónde queremos que nos lleve ese dinero? Requerimos una perspectiva distinta...

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