Mi colaboración quincenal

AutorOlga Pellicer

El encuentro

Él fue quien me invitó a escribir sobre el mencionado Plan, lo cual acepté iniciándose con ello una amistad que duraría muchos años. Tuvimos largas conversaciones en las que pude admirar su capacidad para detectar la información valiosa, el comentario acertado para la nota periodística y, sobre todo, su compromiso inamovible con la libertad para denunciar el autoritarismo con que se conducía al país. Hablamos sobre la posibilidad de una colaboración más firme con Proceso.

Por circunstancias diversas mi vida tomó otros rumbos. En 1983, el entonces secretario de Relaciones Exteriores, Bernardo Sepúlveda, me invitó a unirme a las filas del Servicio Exterior Mexicano; permanecí en él por cerca de 18 años. Para don Julio, ese giro en mi vida profesional fue motivo de desilusión. El proyecto de colaborar con Proceso se desvaneció y, aunque el afecto se mantuvo, ciertos nubarrones se interponían entre nosotros mientras tuve un puesto oficial.

Varios años después, cuando ya había abandonado el Servicio Exterior y reinicia-do mi vida académica, el director Rafael Rodríguez Castañeda me invitó a colaborar regularmente en Proceso en la sección de Análisis. Todavía recuerdo vivamente la calidez de la llamada telefónica de don Julio, felicitándome por haber aceptado la invitación. Eso ocurrió hace cerca de 10 años.

Desde entonces, Proceso ha formado parte de mi trabajo y vida cotidiana. El artículo se debe enviar cada 15 días, a más tardar los jueves por la tarde. El domingo comienzo a preocuparme sobre el tema que voy a tratar, la información que debo obtener, la manera en que la voy a sistematizar y la posición personal que voy a adoptar. Escribir en Proceso no significa solamente transmitir información. Significa también tomar partido ante las alternativas que se ofrecen para la conducción o solución de los problemas que se comentan. Es una revista de crítica y confrontación con el poder; hay motivos en sus orígenes y la trayectoria de sus fundadores para que sea así. En lo personal, mi confrontación con el poder no es inevitable. Estoy dispuesta a dar reconocimientos si considero que son merecidos; desafortunadamente, cada vez encuentro menos motivos para hacerlo.

Con algunas excepciones, en las que escribo sobre cuestiones puramente internas, mi ámbito de interés son problemas de la política internacional y política exterior de México. Mi preferencia por esos temas no sólo se deriva de mi experiencia profesional. Me inquieta profundamente el desfase entre la vulnerabilidad del país a los acontecimientos externos y la escasa atención que le prestan al lo que ocurre allende las fronteras tanto las élites políticas del país como los medios de comunicación escritos.

No es exagerado afirmar que México -por su situación geopolítica, apertura de la economía, integración con Estados Unidos y problemas de seguridad relacionados con el narcotráfico y crimen organizado- es uno de los países en el mundo cuyo destino es más vulnerable a lo que ocurre en el exterior. Sin embargo, el gobierno se comporta como si fuese suficiente lograr acuerdos políticos internos y aprobar leyes en el Congreso para decidir los rumbos que siga la vida nacional.

Hay diversas circunstancias que demuestran que no es así. La caída en los precios del petróleo que echó por tierra gran parte de las expectativas creadas en torno a la reforma energética de 2013 o las amenazas de una seria disminución de exportaciones a Estados Unidos, en caso de cumplirse los propósitos que se han expresado en la campaña electoral en Estados Unidos, son ejemplos de lo mucho que México se ve afectado por lo que ocurre en el exterior.

Sin embargo, al referirse al futuro que nos espera, el...

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