De la cocina como arte y literatura. Un acercamiento al trabajo de Lourdes Hernández Fuentes, cocinera y escritora

AutorJosefina María Cendejas
CargoPasante de la Maestría en Filosofía de la Cultura, UMSNH, Morelia, Mich.
Páginas148-158

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Introducción

Las distinciones entre lo que es arte y lo que no lo es plantean de suyo un sinnúmero de problemas que se enmarcan, casi siempre, en diferentes maneras de abordar el fenómeno artístico. Para hacer estudios sistemáticos, por ejemplo, sobre arte popular o sobre arte de mujeres, las dificultades aumentan, pues, como lo señala EliPage 149Bartra,1 la historia del arte y las teorías estéticas imperantes hasta hace pocos años negaban la posibilidad de incluir ambas manifestaciones en sus registros y análisis. La autora hace notar que ambas disciplinas -la historia y la teoría del arte- han padecido dos tipos de ceguera: una, con respecto a las determinaciones sociales, económicas e ideológicas que influyen en la producción de la obra artística, y otra sobre las diferencias de género de los propios creadores.

Esta ceguera se manifiesta en forma de una neutralidad aparente, que supondría al arte como un fenómeno desligado de condiciones materiales e históricas específicas. Sin embargo, en los hechos, no hay tal neutralidad, puesto que los criterios para definir lo que es auténticamente artístico ponen de relieve un discurso excluyente que privilegia cierto tipo de creaciones mientras que descarta otras. Entre éstas últimas se encuentran, generalmente, el arte popular, el arte femenino y el arte producido fuera de las metrópolis hegemónicas. Es decir, tras las elaboradas teorías y registros historiográficos, las ausencias y las presencias legitimadas en aras del Arte (con mayúscula), pareciera existir un sistema de categorías ideológicas tales como el clasismo, el sexismo y el eurocentrlsmo.

Abordar, entonces, lo popular, lo femenino o lo étnico en el arte requiere de una actitud de desmitificación cultural y de un trabajo multidisciplinario que, sin descartar el rigor del análisis propiamente estético, den cuenta de las manifestaciones artísticas tradicionalmente excluidas. Un trabajo tal se enfrenta, desde luego, a la escasez de datos a nivel historiográfico -puesto que de eso se trata la exclusión: de no registrar lo que se considera irrelevante-y a la precariedad de las herramientas teórlco-metodológicas para el análisis, -ya que las teorías dominantes del arte pasan por alto lo que podría dar luz sobre las condiciones de producción, difusión y circulación de las obras artísticas, así como sus implicaciones ideológicas.

La labor que realizan desde hace algunos años autoras como Eli Bartra (en México), Gisela Ecker, Silvia Bovenschen, Elisabeth Lenk, etc.2 tiende precisamente al estudio del arte desde una perspectiva de género, lo que desembocaría en lo que ellas llaman una "estética feminista". Bartra, en particular, establece un vínculo Inédito entre lo femenino y lo popular en el arte, ya que ambos comparten, según la autora, el carácter de exclusión, subalternidad y "pobreza" con respecto a los productos del "gran arte". Por otra parte, conviene destacar que la estética feminista no pretende establecerse sobre categorías esencialistas acerca de lo femenino o lo masculino "auténticos", ni tampoco meramente "rescatar" una supuesta historia del arte de mujeres, que sería tan importante como la oficial pero deliberadamente ocultada. Si bien es necesaria una laborPage 150historiográfica que ponga de relieve el quehacer estético de las mujeres, lo más importante es no quedarse allí, lamentando el sistemático ninguneo que las mujeres artistas han sufrido, sino poner de relieve las diferencias de género y destacar lo específico de una sensibilidad estética disinta. La pertinencia de una estética feminista tiene que ver, por un lado, con el señalamiento de que la neutralidad de las disciplinas que se ocupan de arte no es, a fin de cuentas, sino un discurso hegemónico-masculino -y por lo tanto excluyente-, que oculta las diferencias de género arguyendo una pretendida universalidad, y por el otro, con razones ideológicas relacionadas con un programa de emancipación general de las mujeres. En el primer sentido, Eii Bartra señala:

Si se piensa que las mujeres vivimos socialmente en espacios y tiempos a menudo distintos, si nuestra condición en el mundo es de subalternidad, si nuestro cuerpo y nuestro trabajo son distintos también, si nuestra mirada es diferente, debe haber un imaginario colectivo femenino que aún no conocemos cabalmente. De allí la importancia de introducir un análisis genérico a lo largo del proceso artístico...3

Y en cuanto al tema ideológico de la emancipación es importante destacar que, aunque se han silenciado las manifestaciones ideológicas del arte en aras de una supuesta "pureza" estética, y se han criticado -con razón- los excesos que en ocasiones han convertido al arte en propaganda política, no puede negarse la presencia de elementos ideológicos, ya sea políticos o religiosos, en las manifestaciones artísticas de todos los tiempos. Reconocerlos no elimina la calidad del fenómeno artístico, sino que nos permite comprenderlo mejor. En el caso del arte de mujeres, el elemento ideológico está dado por las necesidades históricas actuales de replantear los roles de la mujer en el mundo y, con ello, emprender una revisión-revalorización de lo femenino. Así, asumo con G. Ecker que:

Si no podemos contentarnos con afirmar que en el arte de las mujeres opera una sensibilidad diferente, imposible de definir, ¿por qué continuamos intentando definirla? La respuesta más simple es que tiene necesariamente que haber un mito de la expresión no alienada de la Identidad de género y sexo tras un programa utópico como la política feminista, y que difícilmente sería posible no vincular a fantasías concretas.4

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Proposiciones básicas

El objeto del presente trabajo es la obra de Lourdes Hernández Fuentes, una cocinera-escritora, en la cual encuentro elementos dignos de interés para las discusiones de la estética feminista. Lourdes se ha dado a conocer al público a través de sus escritos, que han ido apareciendo desde hace un año en el diario Reforma bajo el membrete "Diario público de una cocinera atrevida", el cual, junto con su consigna "a la mesa y a la cama sólo una vez se llama", marcan el tono general de su escritura y su intención básicamente lúdico-hedonista.

Lourdes ha desarrollado, además de un arte culinario original y heterodoxo, con su propia línea de aliños y aderezos, todo un lenguaje literario para referir sus aventuras, sus experiencias y sus sueños en el abigarrado mundo de los sabores y los olores. Ante la imposibilidad de deleitarnos ahora con sus platillos, tomaré como...

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