Chiapas. Desapariciones y cientos de desplazados tras la batalla de Lajerío

AutorIsaín Mandujano

FRONTERA COMALAPA, Chis.- Cerca de la medianoche del 23 de mayo, los más de dos mil habitantes de la comunidad Nueva Independencia o Lajerío dormían cuando resonaron disparos de cuernos de chivo y fusiles Barret, así como explosiones de granadas de fragmentación.

Un convoy de sicarios, presuntamente del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), irrumpió en la comunidad para enfrentar a un grupo que se identifica como parte del Cártel de Sinaloa y controló ese territorio muchos años.

Lajerío consta de poco más de 500 casas. Forma parte de un corredor que usan grupos criminales para el trasiego de drogas, armas y migrantes, codiciado por la delincuencia organizada. Por eso las organizaciones civiles locales describen esta zona de Chiapas como "escenarios de guerra", donde se registra una respuesta tardía y limitada de las Fuerzas Armadas.

La noche de 23 de mayo, los pobladores de Lajerío padecieron 10 horas de balacera y tronar de granadas. Sólo paraban 15 o 25 minutos y reiniciaban el fuego intenso. Durante toda esa noche y madrugada del miércoles no durmieron. Bloquearon sus puertas y ventanas con todo lo que tenían, ya que las balas impactaban en las paredes de algunas casas. Buscaron refugio hasta bajo las camas.

"Quemaron muchos carros y muchas bombas", dice una señora.

En la refriega, una bala perdida mató a un joven de 15 años cuando tendía maíz en el patio de su casa. Los pobladores pidieron ayuda desde la caseta telefónica de la comunidad al presidente del consejo municipal de Frontera Comalapa, Alejandro Mérida González y su cuerpo policiaco, pero éstos no atendieron el llamado de auxilio.

Llamaron también al cuartel militar del 101 Batallón de Infantería, con sede en Chicomuselo, a 30 kilómetros de Frontera Comalapa, pero los militares tampoco llegaron.

A 8.5 kilómetros de la cabecera municipal opera otra base de la Guardia Nacional, en la colonia Pilatos, y a 36 kilómetros de Frontera Comalapa está un destacamento de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en un lugar conocido como El Jocote.

Aunque la violencia alcanzó directamente también a la comunidad vecina de Nueva Libertad o Candelaria, ninguna de esas corporaciones respondió a las peticiones de auxilio que hicieron los pobladores desde el martes 23 hasta el viernes 26 de mayo.

Las familias, encerradas en sus casas durante las largas horas de los enfrenta-mientos, empezaron a huir el jueves 25, cuando los grupos armados comenzaron a entrar a las viviendas para sacar a los hombres jóvenes, en lo que los testigos señalan como un reclutamiento forzado. El resto de las personas huyeron a las milpas y a las montañas con las pertenencias que pudieron llevarse.

Fue tal el pánico que la familia de don Aarón Morales, por ejemplo, escapaba entre milpas y veredas cuando cayó a un pozo sin brocal de 20 metros. Sufrieron varias lesiones, incluidas fracturas, y fueron rescatados tras varias horas de labor.

Cientos de personas de Lajerío lograron llegar a la colonia Josefa Ortiz de Domínguez, otras a Absalón Castellanos y a Pablo L. Sidar y El Raizal, todas ellas colonias...

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