Centenario del Día del Ejercito

AutorGeneral Luis Garfias Magaña

Desde hace muchos años, en alguna forma se ha celebrado a los soldados, al Ejército. Antes era el 27 de abril cuando se conmemoraba la acción heroica de un modesto soldado, Damián Carmona, que ese día se encontraba de guardia en prevención durante el asedio a la plaza de Querétaro en 1867. Cuando cayó junto a él una granada que destruyó su fusil se quedó impávido y gritó: "Cabo de cuarto, estoy desarmado". Por esa heroica acción fue ascendido a cabo y durante un largo tiempo en esa fecha se festejó el Día del Soldado.

Durante la presidencia de Miguel Alemán se cambió el festejo al 19 de febrero porque en ese día, pero en 1913, en Saltillo, Coahuila, la legislatura local emitió un decreto autorizando al gobernador del estado, Venustiano Carranza, a levantar tropas. El decreto dice así en sus partes fundamentales: "Artículo Io. Se desconoce al general Victoriano Huerta en su carácter de jefe del Poder Ejecutivo de la República, que dice él le fue conferido por el Senado y se desconocen también todos los actos y disposiciones que dicte con ese carácter.

Artículo 2°. Se conceden facultades extraordinarias al Ejecutivo del estado en todos los ramos de la administración pública para que suprima los que crea convenientes y proceda a armar fuerzas para coadyuvar al sostenimiento del orden constitucional en la República.

Antes de tomar esta decisión, Carranza reunió a un grupo de personas, según lo refiere el licenciado Manuel Aguirre Ber-langa en su obra Génesis legal de la revolución constitucionalista:

"... reunió en su domicilio particular ese mismo día a varios diputados locales, al teniente coronel del E.M. Luis G. Garfias y al capitán primero técnico de artillería, Jacinto B. Treviño, quienes perteneciendo al Estado Mayor del presidente Madero se hallaban en Saltillo con la misión de organizar las tropas irregulares del estado además de otras personas de confianza. En esa reunión expresó que a su juicio el Senado carecía de autoridad constitucional para nombrar Presidente de la República, suplir al electo popularmente y facultar a nadie para aprehender a los primeros magistrados de la nación y que por lo tanto, era una obligación ineludible del gobierno coahuilense desconocer y reprobar inmediatamente semejantes actos, de tal manera que si resultaba preciso recurrir al extraño expediente de las armas y hacer una guerra más cruenta que la de tres años, para lograr la restauración del orden legítimo, la gravedad del caso no arredraría a...

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