Censura en el tiempo

AutorYanireth Israde

Documentos históricos expuestos por primera vez al público, entre ellos una cédula de 1572 firmada por el Rey Felipe II que ordena establecer el Tribunal del Santo Oficio en la Nueva España, o un edicto de 1810 que condena las ideas del cura insurgente Miguel Hidalgo, se reúnen en La censura a través del tiempo, De la inquisición al tribunal liberal, muestra que presenta la Biblioteca Nacional de México (BNM) en la UNAM.

"Cuando decimos censura pensamos en la Inquisición. Y sí, fue una institución que se encargó de censurar libros y documentos durante mucho tiempo, pero en 1820 se abolió la Inquisición y se siguieron censurando libros por casi un siglo", contrasta Manuel Suárez, director del Fondo Reservado del recinto y curador de la exposición junto al investigador Felipe Bárcenas.

La muestra, con alrededor de 50 libros y documentos, recupera las formas -poco conocidas hasta ahora- en que se prohibieron y persiguieron las ideas en esa época.

"La riqueza de la exposición es justamente que abarca no solo Nueva España, sino que llega hasta el siglo 19 y permite entender cómo la censura se fue dando en México a través del tiempo", destaca Suárez sobre la colección desplegada en el vestíbulo del Fondo Reservado de la BNM, en CU.

Tras la consumación de la Independencia, el Estado prosiguió con un sistema de censura, porque mantener la religión católica implicaba también preservar la gobernabilidad, explica.

"Resultaba impensable la gobernabilidad del vasto territorio mexicano sin el cuidado de la moral católica, concebida como el elemento esencial que garantizaba la fidelidad de los ciudadanos hacia las autoridades. Para proteger la fe de la influencia de las obras impresas se estableció un sistema de censura diseñado y monopolizado por el Estado", plantea.

Si en el siglo 16 se perseguían, entre otras, ideas reformistas promovidas por Martín Lutero o Italo Calvino, en el 18 la persecución se dirigió contra las ideas francesas, ilustradas.

Se hizo mediante publicaciones como El defensor de la religión (1827-1833), cuyos redactores, pertenecientes al clero local, afirmaban que en México operaban enemigos de Dios que pretendían intervenir en la administración de la Iglesia (por ejemplo cobrando el diezmo), debido a que fueron mal influenciados por filosofía impía desarrollada en la Francia dieciochesca.

A su vez, el Obispo Diego de Aranda publicó en 1848 y 1849 dos cartas pastorales en las que pedían a la grey alejarse de las malas lecturas, pues...

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