Celebridad

AutorFabrizio Mejía Madrid

Se habla de un pasado no muy remoto en que el poder en México obedecía a una simbología de gestos, formas, plazos. Lo que se inauguró con la alternancia en el 2000 fue una cultura indicial de los poderosos. A lo que me refiero es a que la imagen ya no representa a la autoridad -como en los retratos del Presidente, sea nacional o un gobernador- sino la bana-liza. Para entender la diferencia entre, por ejemplo, Lázaro Cárdenas -que es, en sí mismo, un icono-, Miguel Alemán -que es el símbolo de la corrupción- y el actual Presidente, baste pensar en la diferencia entre una huella y un rasgo. En términos políticos: entre credibilidad y encanto.

La celebridad es una de las maneras de la nueva cultura. Donald Trump, Angelina Jolie, Bono -el cantante de U2, no César- son formas de la familiaridad sin proximidad física. Pero no son héroes. Su distinción es que podrían ser cualquiera en una democratización de lo anti-mítico. No guardan relación con lo que hacen sino con lo que se les atribuye como sucesión de imágenes, declaraciones, ubicaciones. Quieren representar un papel cuando la audiencia pide ver su "verdadero yo", que tiene que ser necesariamente la exhibición impúdica de sus inestabilidades, caprichos, ignorancias, groserías, o de sus trajes. Una autenticidad negociada entre medios, audiencia y el propio personaje: ser el mismo ante las cámaras y fuera de ellas. Pero, en el caso del actual Presidente ese acuerdo está roto: sus casas malhabi-das a cambio de contratos lo pusieron en el lugar de los espectros que las deambulan por las noches.

Este cambio ya no es, como quería Daniel Cosío Villegas, "una forma personal de gobernar". Desde el 2000 se ha desarrollado la idea de que quien concentra las miradas también concentra los sufragios. La política despolitizada es pura seducción. Es decir, es un síntoma: democracia sin pueblo; gobernantes sin formas. El gobernante célebre se corresponde con el zapping electoral. Para esta nueva cultura, la democracia sería un muégano de egos sin proyecto común. Su síntoma: el Presidente-celebridad. Sin ello no podríamos explicar por qué el Partido Verde tiene electores -el programa electoral devorado por el/ocus group- o por qué nos queda la sensación de que la primera presidenta de un "neo salinismo" puede ser Carmen Salinas. El "pueblo de México" ha pasado, sucesivamente, de ser una grey, a un salón de clases, al público de un foro de televisión. El Estado fue, como corresponde, gendarme, providencial y...

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