Carta abierta a Enrique Peña Nieto

AutorJavier Sicilia

El 28 de noviembre, durante la inauguración de la Semana Nacional de Transparencia, usted, como presidente de la República, dijo algo terrible parafraseando equívocamente un pasaje del Evangelio. Algo que, por desgracia, resume la absurda manera con la que su política y las de las partidocracias han abordado la inseguridad y la violencia. Algo que, lejos de caminar en el sentido del perdón al que se refiere el Evangelio, camina en el de la justificación de la violencia, el crimen y su encubrimiento: "El tema de la corrupción -dijo usted- lo está en todos los órdenes de la sociedad y en todos los ámbitos. No hay nadie que pueda atreverse a arrojar la primera piedra, todos han sido parte de un modelo que hoy estamos desterrando y queriendo cambiar, que tenemos que modificar para beneficio de una sociedad más exigente y que se impone nuevos paradigmas".

Estas palabras, llenas de simplificaciones groseras, deberían avergonzarle el corazón. El que la clase política -que construyó su partido- sea corrupta y haya destruido una buena parte del esqueleto político-moral del país; el que el presidente traiga tras de sí graves corrupciones que ha querido ocultar castigando a quienes las revelaron (sé que recuerda el asunto de Carmen Aristegui); y el que su partido haya construido a lo largo de más de 70 años eso que usted mal llama "modelo" (la corrupción, le recuerdo, no es un "paradigma", y los eufemismos no sólo maltratan el lenguaje, sino que ocultan la verdad), es, por el contrario, un acto de perversidad política condenable en todo sentido.

El que el presidente viva y respire en ese mundo no es extensible a toda la nación. Hay grandes sectores ciudadanos honestos, sectores que son "la reserva moral del país", sectores que luchan para detener la corrupción y la violencia que, larvadas en las partidocracias y el Estado, tienen destrozada a la nación. Esos grupos no quieren arrojar la primera piedra, una lógica de venganza contra la que Jesús formuló su palabra. Quieren, como claman los padres de Ayotzinapa, justicia: una justicia para la que han hecho un sinnúmero de propuestas y sin la cual no puede haber perdón. Revise solamente las de los zapatistas, las que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad dirigió a la clase política en sus discursos, los documentos y trabajos del equipo de don Raúl Vera para construir un constituyente ciudadano popular y la tarea que la Universidad Autónoma del Estado de Morelos emprendió en defensa de los...

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