Capítulo II. Nuevas tendencias mundiales en las organizaciones

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Capítulo II Nuevas tendencias mundiales en las organizaciones.
Se ha dejado en claro que para que se logre el crecimiento económico, los países deben apoyarse en las
empresas, fomentar su dinámica, impulsarlas y fortalecerlas, con el objeto de mantener los ciclos
económicos apegados a los principios y fundamentos de la teoría macroeconómica. Por otra parte, la
economía empresarial en un mundo altamente interconectado y competitivo, requiere de nuevas teorías
que respondan a las exigencias que el mercado impone en su dinamismo. Como se observó en el
capítulo I, los elementos fundamentales que recoge la economía empresarial son: el liderazgo, la
cultura organizacional, la tecnología, la innovación y la gestión administrativa, la combinación de estos
factores proporcionan solidez y consistencia a las empresas para enfrentar los cambios mundiales que
se dan en el contexto económico-administrativo y que debe estar en consonancia con la parte social.
Un rubro vital a considerar por las organizaciones del presente siglo, son los cambios
demográficos en diferentes países, mismos que tendrán un fuerte influencia en las empresas donde van
a hacer negocios en las próximas décadas. En este sentido, gran parte del crecimiento de la población
en los próximos 30 años se concentrará de las áreas urbanas de los países con economías emergentes.
Actualmente, en los países desarrollados 75% de la población vive en zonas urbanas y esta se elevará al
84% para 2030; en regiones menos desarrolladas el 40% vive en áreas urbanas, pero se estima que se
incrementará al 56% en 2030. En las próximas décadas se prevén tres escenarios posibles en la
Economía Empresarial:
Figura 9 Tres escenarios de la Economía Empresarial (visión 2030)
Fuente: Talent mobility 2020 and beyond; PWC
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En cualquiera de los escenarios descritos anteriormente la economía empresarial debe incluir
otros factores además de los que aplica actualmente (liderazgo, cultura organizacional, tecnología,
innovación y gestión administrativa), con el objeto de responder a los cambios que el mundo enfrenta,
así encontramos hoy día, que se necesita cambiar los cimientos laborales de la era de la revolución
industrial, mismos que han trascendido hasta nuestros días y que obstaculizan el crecimiento ágil de las
empresas y la generación de empleos a un ritmo más dinámico. En esa misma tesitura las empresas
requieren producir solamente lo que se consume, evitando los altos costos de inventarios y los riesgos
por obsolescencia, debido a los vertiginosos cambios tecnológicos. Un rubro que requiere especial
atención es la conservación de los clientes a través de satisfacer completamente sus expectativas e
incluso rebasarlas. Bajo estos términos se puede definir a la economía empresarial como: “la forma en
la que una organización, maneja sus recursos y servicios, ofreciendo una visión competitiva frente al
mercado. Se vale de varias disciplinas científicas que permiten llevar a cabo dicha labor. Es una forma
de aplicar la economía en el ámbito de la empresa y debe tener en cuenta para su buen funcionamiento
a las principales variables macroeconómicas”. (Diccionario de Economía; 2012). A continuación se
presentan los principales rubros que la economía empresarial señala como puntales para generar el
cambio:
a. Rearquitectura organizacional: Un esquema laboral para las empresas del siglo XXI.
La Rearquitectura Organizacional, también conocida como la sexta generación de calidad, tiene su eje
principal en el conocimiento y en la propuesta de un nuevo esquema laboral, que esté acorde con el
dinamismo tanto de la producción como de la generación de nuevos empleos. Es importante recordar
que a partir del 2008 el mundo se encuentra inmerso en una crisis económica que tuvo su origen en el
aspecto financiero, pero que sus consecuencias han llegado a otros rubros que impactan negativamente
a las empresas en cuanto a su dinámica de producción, distribución de ingreso y generación de empleo.
Entre los factores detonantes de la crisis mundial se encuentra, en primer lugar, una marcada
desaceleración de la actividad económica en los Estados Unidos desde finales del 2006. Incluso,
posterior al crecimiento en el PIB de 3.07% en 2005, la economía de Estados Unidos experimentó una
tendencia decreciente hasta el 2009, año en que el PIB se contrajo -3.5%. No obstante, la curva de largo
plazo del PIB para Estados Unidos muestra que de 1994 a 2000 la dinámica económica se mantuvo
alrededor del 4% para, después, incursionar a una zona de completa inestabilidad. En segundo lugar, el
otro factor detonante de la crisis, fue la elevada tasa de desempleo, las cifras dadas a conocer por el
Departamento de Trabajo de Estados Unidos dieron cuenta de la pérdida de alrededor de 1.2 millones
de empleos en 2007, correspondiente a una tasa de desempleo de 4.62% de la fuerza laboral total. Sin
embargo, las tasas más altas se registraron en 2009, después de una tasa de desempleo de 5.80% en
2008, ésta se disparó en 2009 para ubicarse en 9.27%. La cifra más alta en más de 16 años. Pese a los
esfuerzos del gobierno estadounidense por frenar el desempleo, la tasa no ha conseguido regresar a los
niveles previos de 2009. Ambas curvas, tanto la del PIB como la de la tasa de desempleo, en su
dinámica de largo plazo, muestran una prolongada brecha que comienza a ensancharse a partir de 2001
y no ha conseguido cerrarse hasta nuestros días. A escala mundial se vive una fuerte crisis de empleo;
en Europa, los jóvenes argumentan que no se encuentra un solo trabajo, ni de medio tiempo, mientras
que en Estados Unidos se trata de crear empleos no convencionales a la gran cantidad de
desempleados. La mayoría de las fábricas con procesos intensivos en mano de obra se están ubicando
en China o en algún lugar de Asia con salarios inferiores a los 10 dólares. Más aún, este fenómeno
económico se ha extendido a otras regiones principalmente a la zona europea, donde sus tasas de
desempleo han crecido considerablemente agudizando la crisis por la que atraviesan estos países,
incrementando el escenario con déficit fiscal, bajo consumo, pérdida del poder adquisitivo e
incremento en los índices de pobreza.

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