En la búsqueda de una sociedad de conocimiento y de innovación

AutorJorge Sánchez Cordero

En 1540, en Pisa y en Padua, se crearon los primeros jardines botánicos, a los que les sucedió en 1593 el Jardín de Plantas de Montpellier. Ya en el siglo XVI aparecieron en los anfiteatros de las facultades de medicinas, junto con los modelos de cera, los primeros materiales osteológicos.

En el siglo XV, Elias Ashmole dona su colección de objetos de relevancia científica, los cuales quedaron albergados en un edificio que fue construido en 1683 y en cuyo sótano se desplegó uno de los primeros laboratorios de química. En la actualidad, posee una colección única en el ámbito universal de instrumentos de matemáticas: 150 astrolabios y más de 700 cuadrantes solares.

Las colecciones científicas se replican en toda Europa y en Estados Unidos, y su enumeración parece no encontrar fin; Estrasburgo, Berlín, Leipzig, Ámsterdam, Utrecht, Harvard, Yale, Duke, entre otras muchas.

En las Américas hay registros de que las sociedades precolombinas tenían colecciones de estudio. Más tarde, en pleno periodo colonial, Carlos III, un déspota ilustrado tardío, impulsó la recolección y el desarrollo de las colecciones científicas.

Ya en pleno siglo XXI, en diciembre de 2005, en un comunicado difundido entre sus países miembros, el Consejo de Europa consideró que el patrimonio científico universitario estaba adscrito al cumplimiento de las responsabilidades morales, administrativas y jurídicas más sensibles de las universidades.

La reseña anterior conduce a unas primeras conclusiones: los grandes avances científicos no podrían haberse fraguado si los especímenes no hubieran estado disponibles oportunamente. Las colecciones científicas pertenecen a la humanidad, por lo que deben militar en la transparencia del conocimiento científico universal.

Al margen de su valor patrimonial, han sobrevivido a las peripecias de la vida de las instituciones y se han convertido en archivos irremplazables para el estudio y la investigación que aseguran el avance de la ciencia; son vínculos esenciales entre la historia y el patrimonio universitario, y entre el patrimonio universitario y la innovación.

En la actualidad, son las colecciones científicas las que han situado en el debate ciudadano el vínculo entre ciencia y sociedad, ya que son elementos determinantes en la articulación de una política de cultura científica y técnica, indispensable para el desarrollo social. Este es el vértice de su mediación cultural que impele a la Universidad a cumplir con su misión ciudadana.

Las...

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