Júzgalos, Bergoglio

AutorMarta Lamas

Bergoglio podría estudiar el proceso por el cual todo país signatario de la Convención Europea de Derechos Humanos procedió a la despenalización de la homosexualidad para ser integrada al Consejo de Europa. Tal vez lo más importante de tal proceso radica en la conclusión sobre lo que hace que una sexualidad sea ética: el valor de suma importancia es el consentimiento, definido como la facultad que tienen las personas adultas, con ciertas capacidades mentales y físicas, de decidir su vida sexual.

Así, lo definitorio en relación a si un acto sexual es ético radica no en un de-terminado uso de los orificios y los órganos corporales, sino en la relación de mutuo acuerdo y de responsabilidad de las personas involucradas. Por eso un hombre que viola a una mujer (relación heterosexual) hace algo no ético, ¡y patológico!, mientras que cualquier intercambio entre personas del mismo sexo donde haya verdaderamente autodeterminación y responsabilidad mutua es ético.

A diferencia de tal perspectiva laica y democrática, el dogma católico sólo acepta el acto sexual cuando es un medio para reproducir a la especie. Además, al valorar fundamentalmente el aspecto procreativo de la relación sexual, considera anormal, enferma y moralmen-te inferior la actividad sexual no heterosexual y fuera del matrimonio. El Vaticano, aferrado a concepciones arcaicas sobre la sexualidad humana, no acepta que parte de su feligresía tenga prácticas homosexuales e incluso confunde la pederastía de sus propios sacerdotes con la homosexualidad.

Y como ni los creyentes ni muchos de los oficiantes respetan las prohibiciones dogmáticas, ¿no sería mejor que Bergoglio analizara la vigencia de ciertos principios religiosos a la luz del conocimiento? Justamente eso propuso el cardenal Cario Maria Martini poco antes de morir: revisar la encíclica Humanae Vitae a la luz de las verdades científicas de hoy.

Al ser el jefe del Vaticano, Bergoglio enfrenta varios desafíos. Uno es el de transformar las posturas dogmáticas aceptando, como señaló Martini, que la Iglesia ha de respetar lo que sabe la ciencia. Sobre todo porque los tiempos cambian y las nuevas tecnologías de comunicación, especialmente el internet, han difundido ampliamente mucha mayor información sobre la sexualidad. Esto ha erosionado el poder de la Iglesia para imponer sus estrechos parámetros moralistas en temas sexuales y reproductivos. El divorcio, los programas de...

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