Bajos Fondos / Exalta los sentidos

AutorSergio González Rodríguez

Entre las fantasías que despierta La Jungla de Asfalto metáfora de la urbe que hermana la barbarie y la técnica, está la de reivindicar la naturaleza virgen, la selva y sus ámbitos. Dentro del concreto, el cristal y el acero se llegan a recrear atmósferas, lo mismo restauranteras que en clubes nocturnos, donde la gente evoca alguna latitud tropical, o lo más querido en la capital mexicana: la nostalgia del mar o... el turismo ecologista.

Para aproximarse a lo selvático, que ya anticipaban el africano restaurante Zambesi, o en forma estilizada, el extinto bar Séneca, y desde luego el mismísimo Amazonia está ahora el Bambou mon coucou. ¿Qué mejor concepto escenográfico puede atraer a quienes tienen alma de boy o girl scout, o a quienes gustan de merodear los deportes extremos? La caña ancestral que recibe el nombre de bambú, pero que mediada por la lengua francesa trae consigo todo un bagaje de aires colonialistas, legión extranjera y ecos decorativos de un pasado donde se entrelazan el exotismo y la belleza agreste. Casi, pues, un videoclip de Ron Appleton.

El Bambou construye una paradoja en sí atrayente: un claustro selvático, que sería tanto como decir el mar en una botella o la luna en polvo en una cuchara (que sólo pudo ocurrírsele a la mente surrealista de una Remedios Varo, por ejemplo). Así, el Bambou oh, mon coucou, concita a los chicos y las chicas de Polanco, Lomas, Teca, Bosques, etcétera, a la vez que a una que otra colada de Bondojito, La Villa y anexas, porque encuentran en la convivencia de exploradores de MTV una fe común en torno de la música popera y mainstreamera que cimbra el bambú decorativo. Y a darle.

La numerología del Bambou ou canne se centra en la cifra dos: un par de recintos Very...

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