¿Autocrítica o cinismo?

AutorHéctor Tajonar

Los asesores del presidente electo lo han inducido a tomar una decisión audaz y riesgosa. En el denodado anhelo de que sea percibido como un gobernante respetuoso de los valores de la democracia, se han priorizado tres reformas contenidas en el "Manifiesto" dado a conocer días después de su infortunada visita a la Universidad Iberoamericana: la autonomía constitucional del IFAI, el control de la contratación de publicidad gubernamental y el combate a la corrupción. ¿Se trata de un acto de contrición política o de la continuación de una estrategia merca-dotécnica destinada a construir la imagen de una "Presidencia democrática"?

Lo primero que llama la atención es que el partido del presidente electo, y su propia gestión al frente del Estado de México, constituyen ejemplos ar-quetípicos de lo que ahora se pretende combatir. El cartón de Naranjo titulado Consenso (Proceso 1872) expresa y explica dicha paradoja con ingeniosa concisión. Si bien la proclividad a buscar el beneficio personal mediante el uso indebido de cargos y recursos públicos no es exclusiva del PRI, hay que reconocerle al partido tricolor su primacía y refinada experiencia en el oficio, heredada de insignes maestros como Gonzalo Santos o Carlos Hank González. Es larga la lista de notables priistas inmunes ante fundadas presunciones de corrupción, protegidos bajo la égida del antaño partido hegemónico (algunos de ellos ocupan hoy escaños en el Congreso). Durante siete décadas, el poder omnímodo de los presidentes autoritarios fungió como propiciador y árbitro del ejercicio de la corrupción. Después de la alternancia, la corrupción se "democratizó": La repartición del poder se tradujo en la distribución del botín. En llegando al banquete del erario federal o estatal, los representantes del PAN, PRD y demás partidos vivales mostraron su apetito irrefrenable.

El PRI perdió el monopolio de la corrupción, pero no el poder para exigir e imponer la impunidad de sus camaradas. La debilidad política de los dos mandatarios panistas, dependientes del partido de la revolución institucionalizada para gobernar, así como para mantener la estabilidad política y social del país, les impidió cumplir sus promesas de campaña y ser congruentes con los principios éticos emanados de los documentos fundacionales de su partido. Fox no procesó a ninguna "tepocata", y Calderón nunca combatió frontalmente la estructura financiera del crimen organizado ni el lavado de dinero en su fallida "guerra contra el...

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