Un asunto de perspectiva

AutorSamuel Máynez Champion

REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA.– Hace 35 años inició aquí aquello que hoy se considera como la mayor revolución musical que el planeta ha presenciado en las últimas centurias. En su trascendencia es comparable al movimiento educativo que se gestó entre los siglos XVII y XVIII en la Republica di Venezia, cuando a miles de huérfanos y desposeídos se les instruyó para que hicieran música en modo ejemplar. Digamos que las orquestas de los hospicios venecianos trastocaron la creencia de que el gran arte sonoro era un fruto nacido dentro de, y para consumo exclusivo de las élites. Invariables, los testimonios de la época nos lo confirman: el esplendor musical de los Ospedali superaba al de las Cortes, poniendo en claro que se lograba más con un trabajo bien dirigido que con la mera aplicación de recursos materiales.

A diferencia de lo acontecido en la urbe del adriático, el caso venezolano es aún más sorprendente porque no fue producto de una acertada política estatal, sino de la visión y tenacidad de un solo individuo que supo rodearse de un equipo con una mística afín. Hablamos de José Antonio Abreu, cuyo nombre, huelga subrayarlo, se ha convertido en su propio elogio. Los múltiples reconocimientos que ha recibido por su labor no bastarían para catar la envergadura de su apostolado ni el calibre de sus logros. No sería exagerado anotar que el prócer ha encarrilado a su patria en una vía para revertir el deterioro social que la aqueja a través de la formación de sus niños y jóvenes.

Contundentes son las cifras: el sistema de orquestas concebido por Abreu cuenta ya con 400 mil miembros, entre infantes y adolescentes, y la meta prefijada es llegar a un millón. Se enuncia rápido, pero lo que hay detrás es una fe inquebrantable en los beneficios que la buena música le confiere al ser humano. Tal como lo postularon los griegos: merced a ella el hombre y sus sociedades pueden armonizar los desajustes que hay en su interior. Si esto no se hace es porque, lo sabemos, resulta peligroso para la subsistencia de tiranías y dictaduras.

Deslumbrantes por su simplicidad fueron las premisas del maestro Abreu: en la práctica orquestal se cultiva el trabajo en equipo y se fortalecen los valores de la convivencia y la solidaridad, pero lo más relevante es que se enseña a escuchar de una manera utópicamente perfecta, es decir, aprendiendo a escuchar a los demás y entendiendo que la propia voz es tan valiosa como cualquiera. Naturalmente, los comienzos fueron...

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