Así nació un gigante flaco

AutorBeatriz Pereyra

Tenía apenas 22 años pero Ismael Hernández sentía que ya era uno de los mejores pen-tatletas del mundo. Llegó a la última prueba del Campeonato Mundial de Roma 2012 confiado porque, a tan corta edad, ya había calificado a la final. Ese era un resultado que ni el experimentado Óscar Soto había logrado en ese certamen. Veía sus primeros Juegos Olímpicos, en Londres, al alcance de la mano.

Había hecho la competencia de su vida. Un puntaje extraordinario en esgrima, contrario a cualquier pronóstico en la prueba que sigue siendo su talón de Aquiles. Su mejor marca en natación, y había llegado en primer lugar en la prueba combinada de tiro-carrera. Faltaba sólo la equitación. Ismael vio que el caballo que le tocó en el sorteo era difícil. Derribó al chileno que lo montó primero. Tan rejego estaba el animal que le ofrecieron cambiarlo. "En mi arrogancia dije 'no, yo puedo con el caballo'", recuerda.

Los "ten cuidado, Ismael", los "a la primera que te aflojes te va a tirar" no le importaron. El muchacho enseñó sus mejores cualidades. Recorrió la pista sin contratiempos. Un desempeño impecable. Pero en el obstáculo número 10 el atleta aflojó. El caballo se amarró y la inercia proyectó a Ismael contra las barras.

Buscó la primera oportunidad para tirarme. Me rompí el piso de la órbita ocular, la pared de la órbita, el pómulo, perdí un diente y tuve una fisura que llegó hasta el colmillo. Toda la parte derecha de mi cara quedó destrozada. Fue una imprudencia, mucha arrogancia y soberbia de mi parte.

Ismael Hernández estuvo fuera del pen-talón moderno durante cinco meses. En ese tiempo se deprimió. Pensaba que no haber calificado a Londres 2012 era el menor de los daños. Si el golpe hubiera sido más fuerte habría perdido la vida. En su mente desfilaban las imágenes de personas que habían tenido menos suerte que él. Las miraba muertas, deformes o cuadripléjicas. Se preguntaba hasta qué punto arriesgaría su vida por alcanzar una meta.

"Reflexioné que era mi sueño y si no lo seguía iba a ser infeliz toda mi vida. No seguir los sueños es la forma más fácil de ser infeliz", afirma.

Hoy, Hernández es el mejor pentatle-ta de México. Ganó medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Es el dueño del resultado más exitoso del pentatlón moderno mexicano y el ranking indica que es el sexto mejor del mundo. Aquella caída lo ayudó a sacudirse la soberbia. Le plantó los pies en la tierra. Fue el golpe que necesitaba, dice, para ubicarse.

Como atleta y como persona, Ismael Hernández está lleno de dualidades: tiene la ingenuidad de un niño, pero toma decisiones de adulto; es de naturaleza noble, pero sabe entrarle a los golpes; mide 1.78 metros y apenas pesa 62 kilos, pero tiene alma de acero; puede ser el más sentimental y a la vez el más rudo; es economista de profesión, pero su mente está atrapada en la astrofísica y el movimiento de los cuerpos celestes; la convivencia con él puede ser la más agradable, o complicadísima. Oscila entre mundos contrarios.

Quizá por ello otro caballo fue el motivo de su mayor...

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