Asesinato de jesuitas en Cerocahui. Entre la "sensación de orfandad" y reclamos al gobierno

AutorPatricia Mayorga

CHIHUAHUA, CHIH.- En la tarde del lunes 20 Noriel Portillo Gill, El Chueco, entró al templo de Cerocahui con un hombre muy golpeado. Era Pedro Eliodoro Palma Gutiérrez, conocido en la región como un guía de turismo con más de 40 años de servicio. Los sacerdotes jesuitas que estaban en el templo se acercaron para abogar por él y trataron de disuadir al agresor de que no le disparara.

El padre Joaquín Mora Salazar intentó darle los santos óleos, pero fue en vano. El Chueco le disparó a Pedro Palma y al cura. El jesuita le suplicaba que pensara bien lo que estaba haciendo. Intervino Javier Campos Morales, conocido como el padre Gallo, y Portillo también disparó contra él, asesinando a los tres.

Los crímenes han conmocionado a la comunidad católica y jesuita en el mundo.

"El otro padre que estaba viendo se quedó helado. En algún momento (El Chueco) cae en la cuenta, se arrepiente y pide perdón al padre y le dice que quiere confesarse. Luego hay unos minutos largos en que el asesino le está hablando al sacerdote", relata en entrevista desde Creel el padre provincial de la Compañía de Jesús, Luis Gerardo Mora Madrid.

El vicario de la Diócesis de la Tarahu-mara, Héctor Fernando Martínez Espinosa, cuenta también en entrevista que El Chueco le preguntó al cura que sobrevivió: "¿Dios me va a perdonar, padre?". El sacerdote le respondió que sí. El Chueco le avisó que se llevaría los cuerpos, pero el jesui-ta le insistió que no. "¿Usted me perdona, padre?", reiteró el agresor y el religioso le respondió que sí, pero que no se llevara los cuerpos. El Chueco no le hizo caso.

El jueves 23, tres días después de los asesinatos, cuando llegó a Cerocahui el provincial de los jesuitas de esa parroquia, encontró a éstos encerrados. Los pobladores respetaron su silencio y su encierro. Pero recibían llamadas de manera incesante de todos lados y decidieron desconectar el teléfono fijo. La gente del pueblo también estaba "guardada", en espera de sus sacerdotes.

Ese jueves "que vieron que salieron los padres conmigo, me tocó ver a personas que empezaron a acercarse. Y era un pesar, llorando y abrazando a los padres (..) El cariño y preocupación por ellos fue un momento conmovedor. No podemos dejar sola a la gente", advierte el provincial Mora Madrid.

Al visitar a las hermanas de las dos congregaciones que laboran en Cerocahui las encontró juntas a todas. "Han dado toda la solidaridad a la gente. El obispo de la Tara-humara también estaba ahí, más en un tono de animar y ellas muy comprometidas. Porque los jesuitas ahora están siendo el foco de aquí, pero ellas están firmes en la Ta-rahumara. La valentía de las mujeres que dijeron que ahí se quedan y ellas también estaban amenazadas por El Chueco.

"Ese era nuestro temor; si andaba tan mal el hombre, podría desquitarse con ellas también", refiere Mora Madrid.

El provincial de los...

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