De arrecifes sonoros...

AutorSamuel Máynez Champion

De temperamento afable y modales atentos, el maestro Coral puede enorgullecerse de ser progenitor de un centenar y medio de obras para una dotación instrumental fuera de lo ordinario, amén de haberse constituido como experto en el manejo de los colores auditivos y de saber labrar líneas melódicas que atrapan al escucha, disparando su imaginación y emociones. Naturalmente, los premios y los reconocimientos no escasean en su curriculum vitae, y la lista de instrumentistas, orquestas y agrupaciones que tocan su música es cuantiosa. Con agradecimientos implícitos para su persona, la charla ha debido realizarse con la "sana distancia" de por medio y con el "semáforo rojo" de la prevención sanitaria causada por el covid-19. -Siempre es interesante enterarse de las pulsiones que orillan a un ser humano a elegir una profesión tan llena de obstáculos como es la del compositor. Háblenos de las suyas y de los escollos que ha debido superar...

-Considero que el fenómeno musical es un ritual que ha existido desde siempre y me gusta formar parte de esa magia ancestral. La música ha conformado mi existencia. Agarré el piano en la adolescencia y tenía facilidad para crear ideas musicales. Decidí ser compositor, para lo cual debí adquirir el oficio y enfrentarme a muchos impedimentos. Federico Ibarra fue mi maestro en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y me imprimió una férrea disciplina de trabajo. Hay que ordenarse y eso lleva tiempo, requiere mucho esfuerzo. También hay que hacerse un lugar en la sociedad y hay que sobrevivir. La lucha por la vida es complicada. Durante muchos años fui profesor de piano a domicilio, dando clases hasta los domingos en diversas zonas de la ciudad y sin auto. Una vez fui asaltado y me quitaron todas las partituras que, finalmente, me regresaron de manera surrealista. Pasan años de incertidumbres para que el entorno lo ubique a uno como compositor. Hay que picar piedra. En un principio, yo mismo tocaba mis obras, junto con amigos, pero poco a poco fui extendiendo mis dotaciones. Después, mucho después, llegan encargos y premios que son estimulantes.

"Conocí a mi esposa, la excelente pianista Tere Frenk, cuando estrenó una obra mía en el Palacio de Bellas Artes. El trabajo docente siempre es importante para la supervivencia, además de que da grandes satisfacciones. En 2000 comencé a dar clases en mi alma mater universitaria y desde 1999 soy maestro en la escuela Ollin Yoliztli".

-Si tuviera que definirlas influencias...

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