Arquitextos / Democracia con objetivos

AutorAlejandro Hernández Gálvez
  1. Política -dice el filósofo Peter Sloterdijk- ha significado, en su concepción clásica, el arte de la copertenencia en las ciudades. También es, según él mismo, la respuesta a la pregunta: "¿cómo puede un grupo -o un sistema social- hacerse grande, o muy grande y, sin embargo, no fracasar en la tarea de transmitir esa grandeza a las generaciones siguientes? Si, además, pensamos -como lo hacían los romanos- en la diferencia entre ciudad, como el acuerdo social, y la urbe, como el registro físico producido por dicho acuerdo, veremos que esa copertenencia y la posibilidad de transmitir el secreto -mínimo para la democracia- o las técnicas para mantenerla como tal, podemos imaginar el riesgo urbano que las próximas elecciones suponen. En una época en que la política ha perdido efectividad, ¿qué ciudad esperar? Y, en consecuencia, ¿cuál urbe?

  2. Al político el filósofo José Luis Pardo lo define como un sofista. No es un calificativo menor ni, mucho menos, peyorativo. Al contrario. Sofista es, para Pardo, el pensador nómada, aquél que va de ciudad en ciudad -siguiendo a Sloterdijk diríamos: de sistema social en sistema social- sabiendo que al cambiar de espacios cambian los sentidos de las palabras. El sofista no busca la verdad -que no entiende como una imposible adecuación de lo pensado con una realidad anterior y superior- sino la efectividad de su discurso. No engañando sino, al contrario, haciendo claras, explícitas las condiciones de efectividad del mismo: su contexto o, en el sentido de Pardo, su espacio. "La obstinación del sofista consiste en mantener que toda invención se lleva a cabo a partir de y desde la ciudad".

  3. Buscar las respuestas en la calle, en la ciudad. Ese parece ser el propósito manifiesto de la mayoría de los candidatos a cualquier puesto de gobierno y de cualquier partido. Una estrategia retórica, pero en el mal sentido. Malos sofistas -¿malos políticos?- fallan al aclarar el contexto, el espacio desde el que hablan. El problema no son las contradicciones internas de su discurso -para el sofista no hay contradicción mientras se diga por qué se dice eso, precisamente, en un momento o, mejor, espacio dado- sino la falta de claridad externa, hacia fuera, hacia la ciudad, hacia todos. Hablar de mejorar el transporte o las condiciones de la vivienda no tiene el mismo sentido para quien viaja en metro que para quien lo hace en su propio auto, para quien tiene chofer o para quien vive en los...

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