La armoniosa andadura cervantina (I de III)

AutorSamuel Máynez Champion

Por tanto, obligado es, ahora que se conmemora el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, que lo releamos en las claves que esta columna sostiene.

El célebre manchego vivió sesenta y ocho años, de los cuales sólo pudo dedicar una porción menuda, y en el ocaso de su vida, a las letras. Sabemos que sus escritos no le procuraron desahogos materiales y que sus coetáneos lo tildaron de literato menor. Empero, su visión de un mundo que le diera cabida a débiles y desposeídos y su manera de exorcizar las sinrazones de su época lo convirtieron, con las depuraciones de la historia, en el indiscutido decano de la Lengua de Castilla.

Alejo Carpentier apuntó que Cervantes ha sido el mejor embajador que ha tenido la cultura española en los últimos cuatro siglos aunque, paradójicamente, haya sido el desinterés de su patria la razón de sus eternos sinsabores. Fue exiliado, condenado, secuestrado, mutilado, encarcelado -se presume que fue en una cárcel de Sevilla donde comenzó la redacción del Quijote, dado que estuvo recluido ahí por su incapacidad para llevar bien las cuentas de sus miserables empleos burocráticos-, y al final de su camino enterrado en una fosa común.

La máxima producción de Cervantes -irónicamente el escritor consideraba Los Trabajos de Persiles y Segismunda como su obra maestra-, ha atizado la inspiración de ejércitos de músicos, quienes se han dejado poseer por sus encantamientos literarios. La vastedad de la producción musical alcanza, hasta ahora, mil cien composiciones -acorde con la Gran Enciclopedia Cervantina- pero estamos muy lejos de conocerlas a cabalidad. Dicha producción reposa, en su mayoría, bajo un polvoriento silencio debido, principalmente, a que muchos críticos se han encargado de esparcir la noción de su insignificancia. ¿Cómo puede declararse que algo carece de valor si apenas se conoce?

La respuesta radica en la condición humana. Somos demasiado vanos para reconocer en terceros una valía que pueda poner en tela de juicio la propia. Preferimos pontificar y cerrar los oídos frente a la contundencia de nuestras inseguridades. No es casual que Cervantes haya querido huir de una España amordazada por sus dogmas ni que haya usado la literatura como método de evasión frente a los embates de la estupidez que lo circundó. Tampoco es casual que la primera noticia que se tiene sobre una música concebida para celebrar el nacimiento del Quijote en 1605, haya tenido un tono de burla. La Antigua Hispalis prohijó el odio...

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