Estro armónico. De la cortedad existencial

AutorSamuel Mánez Champion

Pero, ¿en realidad puede hablarse de muertes a destiempo? ¿No sostenía Séneca que la vida no es breve, sino que somos nosotros con nuestra cerrazón quienes nos encargamos de abreviarla? ¿No sostuvo el filósofo cordobés que los vicios, la ociosidad vana y los lances amorosos son responsables de sustraernos el tiempo que nos es concedido y que esa percepción de la cuantía temporal depende de cómo nos preparamos para morir? ¿No recalcó con suficiencia que la vida no era otra cosa que un camino hacia la muerte y que mal viviría quien no aprendiera a bien morir?

Veamos qué pueden decirnos al respecto la música y sus artífices. Conocidos son los casos de Fryderyk Chopin, W.A. Mozart y Franz Schubert, quienes fallecieron a los 39, 35 y 31 años de edad, respectivamente, y sobre los que se sigue discutiendo acerca de lo que hubieran podido crear de haber dispuesto de más tiempo; aunque, reparando en su producción, resulta que el que dispuso de menos días terrenales fue aquel que firmó más partituras. Schubert dejó para la posteridad 998 obras1, compuestas en un lapso de sólo 17 años, mientras que en las tres décadas exactas que duró su pasión compositiva Mozart plasmó 626 creaciones2 y Chopin 1383, concebidas éstas a lo largo de 32 años. Resalta la paradoja pues, de los tres, Schubert fue el único que no pasó a la historia como niño prodigio, ya que se inició en la composición a los 14 años, mientras que Mozart empezó a componer a los cinco y Chopin a los siete.

Antes de que se nos recrimine por la esterilidad de incurrir en comparaciones, es imperativo decir que no se trata de evaluar los méritos de los aludidos, sino de destacar los datos duros en cuestión. Muchos dirán que vale más la única sinfonía de Cesar Franck que las 104 que se molestó en colegir F. J. Haydn y, con toda probabilidad, estarán en lo cierto, pero eso es caer en subjetividades. En principio, cada quien hace lo mejorcito que va pudiendo con lo que el destino le dicta; lo grave es cuando se eluden los llamados de la vocación o, peor aún, cuando ni siquiera se tiene idea de para qué se otorga el milagro de estar vivo.

Mas no es momento de entrar en disquisiciones filosóficas, sino de traer a cuento a otros compositores cuyas vidas fueron todavía más cortas que las antedichas. La simple mención de su fugaz tránsito terrenal podría servirnos de acicate para iniciar el año con mayor congruencia entre nuestra voluntad y nuestros deseos o, mejor dicho, entre la claudicación de nuestros...

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