Con Arendt y contra Arendt: juzgando su juicio sobre la integración racial en Estados Unidos en el siglo XX

AutorMario Alfredo Hernández Sánchez
CargoEs Maestro en Humanidades, con especialidad en Filosofía Política, por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)-Iztapalapa
Páginas225-247

Es Maestro en Humanidades, con especialidad en Filosofía Política, por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)-Iztapalapa. Es coautor de Cultura de la legalidad en Tabasco (Gobierno del Estado de Tabasco, 2007) y Formación cívica y ética II (Nuevo México, 2008). Entre sus publicaciones destacan: "Entre la herejía y la tribu: Dilemas políticos de una edad sin inocencia" (Bien Común, 2006); "Diálogo entre la muerte y la doncella" (Metapolítica,2008) y "A New Approach on the Long-Standing Problem of Evil" (Philosophy and Social Criticism,2008).

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A lo largo de su obra, Hannah Arendt intentó configurar una forma de racionalidad política deliberativa que permitiera a los ciudadanos preservar sus diferencias, al tiempo que les diera la oportunidad de decidir cursos de acción común y responsable. Esta deliberación pública implicaría -entre otros elementos- una revisión de lo que Arendt denomina tiempos históricos de oscuridad,es decir, aquellos momentos en los que el espacio público se habría oscurecido a causa de la Page 226 incapacidad de los ciudadanos para revisar críticamente los prejuicios que justifican ciertas prácticas discriminatorias y excluyentes. En el caso de Arendt, aunque de ninguna manera son actividades que puedan considerarse como equivalentes, o que la realización de una tenga como consecuencia inmediata a la otra, la experiencia de la libertad para enjuiciar a la política prepara a los ciudadanos para el ejercicio de la libertad política, es decir, para dar inicio a la acción concertada en un mundo que se comparte con otros seres humanos. Por esta razón, es que Arendt afirma que la actualización de la conciencia en el diálogo sugiere "que la diferencia y la alteridad, características dominantes del mundo de las apariencias, tal y como es dado al hombre para que lo habite en medio de una pluralidad de cosas, son también las auténticas condiciones para la existencia del yo mental humano" (Arendt, 1993: 209). En este sentido, si se suspende la libertad para enjuiciar la política, tampoco es posible para los ciudadanos generar los vínculos necesarios para actuar de manera responsable y constituir de forma temporal el poder político, que es lo opuesto de la violencia para Arendt; "El yo y el mundo, la capacidad para el pensamiento y la experiencia, se pierden al mismo tiempo" (Arendt, 2004: 578).

Arendt encontró en la noción de juicio reflexionante que extrajo e interpretó libremente a partir de la tercera Crítica de Immanuel Kant, una herramienta de comprensión política para escenificar en el espacio público una discusión sobre los dilemas, los límites y las potencialidades que plantea la acción política en un mundo que se comparte con otros seres humanos y que ha conocido las consecuencias de la violencia y la discriminación bajo el totalitarismo. Juzgar la política, para Arendt, supone un ejercicio de libertad intelectual que debe realizarse sin concepciones previas, referidas a la necesidad histórica o a la posibilidad de predecir el resultado de la acción humana. Sin embargo, al momento de elaborar la fenomenología de la experiencia política en La condición humana,Arendt estableció una rígida separación entre lo político y lo social1 -yendo en contra de su propia renuencia a juzgar la historia desde puntos de vista generales-, Page 227 que condicionó su juicio político sobre la integración racial en Estados Unidos. Teniendo como punto de partida las ideas de que la igualdad es un valor exclusivo del dominio de lo político, y que la discriminación se produce en el ámbito de lo social, Arendt censuró cualquier forma de tratamiento diferenciado -de acción afirmativa,2 en el lenguaje contemporáneo- para compensar a aquellos individuos lastrados históricamente por el prejuicio y la discriminación. Sin duda, el juicio de Arendt sobre la integración racial en Estados Unidos fue fallido y políticamente irresponsable, pues ella nunca consideró que existiesen condiciones sociales que impidieran el acceso pleno de los individuos al espacio público para el ejercicio de su libertad como autonomía.

En este ensayo, me propongo mostrar la manera en que Arendt fue incapaz de aprehender la especificidad del racismo en la sociedad estadounidense, y cómo su juicio sobre el tratamiento político adecuado Page 228 para esta problemática está condicionado por sus rígidas ideas sobre el carácter social de la discriminación y la imposibilidad de llevar al espacio público discusiones relacionadas con la justicia social. Para este propósito, procederé en tres etapas. Primero, explicaré el sentido de la expresión "con Arendt y contra Arendt" -acuñada por Seyla Benhabib (1996) al juzgar la ausencia de una mirada feminista en la propia Arendt- y por qué define el carácter de la revisión que me propongo realizar de sus prejuicios en relación con la discriminación y el racismo. En un segundo momento, analizaré la forma en que Arendt entiende a la discriminación como un fenómeno esencialmente social, y cómo su juicio sobre la integración racial en Estados Unidos permanece ciego frente a las consecuencias políticas de dicho fenómeno; en este mismo punto, mostraré la manera en que esta visión sobre la discriminación es coherente con la rígida separación que ella realiza entre los dominios de lo político y lo social, pero también señalaré que dicha coherencia se convierte en un impedimento para observar la novedad del problema de integración racial que estaba teniendo lugar en Estados Unidos. Finalmente, a partir del caso particular que representa este juicio político, ensayaré una vía, con Arendt y contra Arendt, para superar la parcialidad que siempre acecha a la facultad de juzgar, "que se puede considerar, con bastante fundamento, la más política de las capacidades mentales del hombre" (Arendt, 2002: 215).

Con Arendt y contra Arendt

Seyla Benhabib ha sistematizado una tendencia hermenéutica común entre los estudiosos de la obra de Arendt: la intención de preservar el corazón normativo de su comprensión de la política como pluralidad, y del mundo como un espacio intersubjetivo y dialógico, al tiempo que se critican las formas particulares en que esta visión la llevó a enfrentarse con los dilemas de su propio tiempo, para integrar juicios que pretendía someter a la discusión pública. Esta intención crítica implica "ir con Arendt, contra la propia Arendt" (Benhabib, 1996: 123; la traducción de este y los siguientes fragmentos de obras citadas en idioma inglés, es mía). Destacar, como ha hecho Benhabib, la Page 229 importancia de la obra de Arendt para conceptualizar la racionalidad deliberativa que asociamos con las instituciones y procedimientos de legitimación democráticos, no equivale a cegarnos frente a los errores de juicio que, en ella, son el resultado de una visión idiosincrática, carente de imaginación moral, de aquellos casos que cuestionan la idea de la propia Arendt en el sentido de que la política constituye un ámbito deliberativo que no admite la incursión de discusiones relacionadas con la distribución económica, la justicia social o el cuestionamiento de los prejuicios asociados con la identidad genérica, mismos que reproducen la desigualdad en los ámbitos político y social.

Un caso que hace evidente el error de juicio que Arendt cometió al encarar los dilemas de su propio tiempo, está dado por el juicio que ella refirió a la integración racial en Estados Unidos durante el siglo XX. Arendt resuelve el enjuiciamiento de este fragmento del pasado desatendiendo su propia sugerencia de emplear las herramientas de comprensión asociadas a la facultad de juzgar en su vertiente reflexionante, cuando se trata de explicar episodios históricos sin perder su especificidad y sin recurrir a construcciones ideológicas previas que reduzcan la complejidad de lo estudiado. En su lugar, lo que hace ella es asumir una regla universal -la de la separación entre los dominios de lo político y lo social- para analizar un fenómeno particular: la existencia de consecuencias políticas de la discriminación social, que define amigos y enemigos en el interior de una comunidad. En este sentido, su visión del mundo como un espacio plural que debe preservarse para la recepción de los recién llegados y para la discusión de la mejor forma de lograr la autonomía política, se ve cuestionada cuando Arendt intenta explicar el tratamiento político que requiere la discriminación por motivos raciales. Lo que desde nuestro propio tiempo podemos reclamar a Arendt, es su renuncia a encarar con imparcialidad el problema de discriminación racial que definió la historia de la república estadounidense casi desde el momento de su fundación; en dicho contexto, una forma responsable de enjuiciamiento de este fragmento de la historia estadounidense, implicaría el logro de la imparcialidad a partir de un esfuerzo por colocarse en el lugar de quienes veían obstaculizado el disfrute de sus derechos fundamentales por motivos raciales. Y además es legítimo este reclamo porque ella misma Page 230 fue imparcial y forjó un juicio político exitoso al sacar a la luz, en Los orígenes del totalitarismo (2004), los mecanismos de exclusión y discriminación que permitieron al totalitarismo alemán confinar a los judíos en campos de exterminio. Arendt se habría equivocado, como indica Seyla Benhabib, al "no expresar públicamente el hecho de que no es el racismo como tal, sino una condición racialmente basada de esclavitud social la que definía las relaciones entre los blancos y los afrodescendientes en Estados Unidos y otros países [...] en los que la esclavitud todavía era un hecho" (Benhabib, 1996: 153). Lo preocupante del planteamiento de Arendt, no obstante, es que las evidencias históricas muestran que algunas de las consecuencias más nocivas de la...

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