"¡Aquí estamos y no nos vamos!"

AutorFey Berman

"Nuestro reclamo logró que soltaran a los detenidos y que éstos se reunieran con sus familias. Lo más bonito fue ver a una muchacha cuando abrazó a su bebé... ver cuando salieron los detenidos y se abrazaron con sus familiares. Las protestas funcionan. Han hecho que se le pierda el miedo a esta administración."

Desde bebé, Antonio fue criado por sus abuelos en México porque sus padres viajaban por todo el país buscando trabajo. En 2000, ellos se fueron a Estados Unidos. Antonio tenía seis años. Les tomó años conseguir empleos estables y poder recogerlo.

Los tres partieron de Veracruz en 2005. Como el cruce por la frontera era demasiado peligroso, el hermano menor de Tony se quedó con los abuelos. Después se trasladaron al DF en carro. Volaron a Her-mosillo. Tres días más tarde, emprendieron el viaje a pie. La luz de la luna era su única guía. Al poco tiempo se quedaron sin agua y sin comida. Tres días después llegaron a Arizona. De allí, viajaron en coche a Los Ángeles, y de ahí a Nueva York.

Ya en la ciudad, los padres de Antonio encontraron empleo. Pero a él no lo mandaron a la escuela hasta un año más tarde: equivocadamente creían que los indocumentados no tenían permitido estudiar. Aun cuando el niño tuvo que aprender un nuevo idioma, adaptarse a una cultura diferente, vivir sin sus abuelos y sin su hermano, a los que extrañaba muchísimo, se aplicó en la escuela. Al ver a sus padres trabajar todo el tiempo, pensó que estudiando duro podría compensar su enorme sacrificio.

En 2011 murió su abuelo. Al poco tiempo, la abuela fue diagnosticada con cáncer y también murió. Sus padres decidieron "autodeportarse" a México. No veían que las promesas de los políticos de concretar una reforma migratoria se cumplieran y no podían dejar a su hijo menor abandonado. Después de muchas lágrimas, concluyeron que debían dejar a Antonio en Estados Unidos con unos tíos, para que tuviera una mejor educación y mejores oportunidades de trabajo de las que México le ofrecía.

Para graduarse de la preparatoria, Tony tenía que cumplir con 25 horas de servicio comunitario. En ese entonces no tenía documentos. Quiso prestar sus servicios en un hospital, pero le pedían su número de seguro social. Una amiga lo llevó al MRNY y desde entonces trabaja en la organización. Hoy, a sus 22 años, es uno de sus líderes.

Gracias a que obtuvo dos becas designadas para dreamers, Alarcón está a punto de graduarse de la Universidad de Queens CUNY, donde estudia cine y ciencias...

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