Un apóstol sin estrado

AutorSamuel Máynez Champion

Cada seis años se renuevan promesas, y los candidatos a la silla presidencial nos endilgan la oquedad de sus arengas. "Más apoyo para los maestros", "computadoras e inglés para todos", "mayores empleos", y demás palabrería hueca que, en su cínica letanía, banaliza la precariedad de nuestras escuelas; muy en particular de aquellas que se encargan de la educación artística.

Escribía Silvestre Revueltas (1899-1940) que las aulas del Conservatorio son el crepúsculo de los sueños. Sueños que se debaten para estrellarse en las paredes y que van amortajando los pianos, las trompetas, las voces, los violines y las conciencias. Decía que constituimos una orquesta sorda y pesada de sueños huidos que engalana su tristeza con todas las ambiciones sin salida y con el sufrimiento de los años...

¿Qué postura se adopta ante la desolación de este panorama? ¿Aquella del resignado optimismo donde se argumente que podríamos estar peor, o aquella de la resistencia activa que nos inocule contra la impotencia?

Ciertamente es preferible que nuestros jóvenes se queden sordos con la "música" de sus antros a que sean perforados por las metralletas de una guerra civil. Son bagatelas los índices de deserción estudiantil y el menguado rigor académico frente al abandono de nuestros campos. Es pecata minuta la indignidad de los sueldos de los maestros en confronto con las atrocidades que entraña un régimen totalitario...

Empero, la resignación no acaba de satisfacernos. Nuestra interioridad clama por un país distinto. Quisiéramos transitar por los días sin el rostro deformado por la rabia.

¿Por qué olvidamos que la música es la mejor aliada para la educación del ser humano y que es un verdadero termómetro del desarrollo o atraso de una nación? ¿No deberíamos rebelarnos contra el empobrecimiento del lenguaje musical circundante, que es ideado para consumo de un pueblo despojado de sus raíces? ¿Por qué no acercarnos a las sonoridades que nos recrean? ¿No residen también ahí las claves de nuestra identidad?

En el ápice de esta actitud insumisa podemos situar a un preclaro compatriota que ofrendó la vida al magisterio y que plasmó lo mejor de sí mismo en su vasta producción musical. Su nombre es Alfonso de Elías (1902-1984), y su obra, lo intuimos de antemano, yace en un silencio de difícil justificación. Considerado por el gremio como uno de los músicos con mayor solidez que ha producido el país, fue un maestro en toda la extensión de la palabra. Sus estudios en el...

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