Amo, esclavo y los Sin Tierra

AutorMaría Celeste Castiglione
Páginas241-257

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La crisis de las formas tradicionales de dominación nos obliga a orientar nuestra atención hacia soluciones que, en el marco de la acción colectiva, se suscitan ante esta incertidumbre.1 El Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) de Brasil, es un intento original de superación de la crisis. Tomando como base la dialéctica del amo y el esclavo, de Hegel, nos proponemos analizar algunos aspectos novedosos que aquel movimiento plantea.

Primero, debemos recordar los lineamientos fundamentales de la metá-Page 242fora hegeliana. Convengamos, a efectos de poder hacer claros algunos aspectos, que el punto de inicio, para Hegel, es una conciencia. El individuo, que se constituye a partir de ella, es pensante y racional, sabe de su existencia, y a su vez ese saber de sí lo hace activo y práctico. La posibilidad de operar en el mundo, de actuar, se manifestará como una negación, es decir, transformará al objeto y, por lo tanto, lo superará. Ni negación ni superación se deben tomar como habitualmente las usamos. La negatividad es una contradicción, una situación de conflicto, una oportunidad, anula a la Nada2 y la superación es un triunfo frente al objeto, una transformación del mismo.

El hombre despierta a partir de un deseo que debe ser saciado; por lo tanto, debe transformar, a través de una acción, la realidad para proveerse de algo ajeno a sí mismo. Su objetivo es quitarle la independencia al objeto y tomarlo, hacerlo suyo. La acción nace del deseo: para poder seguir viviendo, el individuo debe nutrirse y esto se cumple al cazar, cosechar, procesar o industrializar animales y plantas. Todas son negaciones de su estado salvaje. Es el hombre quien se erige como la acción negadora/transformadora de ese estado inicial.

El animal que come una hierba para vivir, se eleva por encima de ella, la niega, la transforma. Pero ni la bestia ni la planta tienen conciencia de este poder, de la capacidad de dar muerte, que tiene una sobre la otra. Aquí, el deseo no se manifiesta como tal ni interfiere con el de otros individuos. En la sociedad, sin embargo, la multiplicidad de deseos requiere una coordinación superior. El deseo humano difiere del deseo animal o, mejor dicho, del instinto, porque si bien hay coincidencia en las necesidades físicas primigenias, va en busca de otro. Al individuo no le alcanza con saciar sus deseos, sino que necesita que otro lo reconozca como el que ha negado la existencia del objeto de deseo. En este momento el amo es débil, porque necesita de otro para sentirse pleno.

El amo pretende ser reconocido, pero sin reconocer el poder del otro para sentir la complitud. La conciencia de sí se manifiesta con carácter absoluto y universal (estos términos entendidos literalmente). El encuentro con otros deseos de reconocimiento no da lugar a instancias políticas: es una lucha de vida o muerte. Si la lucha fuera constante y todos los hombres quisieran y pudieran ser amos, la vida sería imposible. Por lo tanto, algunos por miedo a morir deberán someterse, llevando esta relaciónPage 243asimétrica a una gran cantidad de sometidos y un número reducido de amos que aumentarán su poder a medida que disminuyan en número.

En la lucha, que ya no adquiere un final trágico o heroico, el amo sólo desea el posterior reconocimiento del esclavo por su victoria, pero no admite que la existencia del esclavo es la que posibilita su dominio.

El esclavo trabajará para el amo y es aquí donde encontrará su redención: es en la transformación de los objetos de su realidad, en la negación de los mismos, donde se elevará por encima de su naturaleza y se liberará. Es el trabajo el que separa al individuo del reino animal, la negación del mismo lo reduce a esa condición. El esclavo se sitúa en un lugar parecido al que tenía el amo en un primer momento por la capacidad de transformar su medio, de llevar a cabo la Idea.

La conciencia que posee el esclavo de su ventajosa situación respecto al amo trae el germen de su eventual liberación. El amo, viviendo sin trabajar, se encontrará disfrutando, sin hacer ningún esfuerzo para ello. Pero tampoco estará del todo conforme con hacerse reconocer por un esclavo. Es libre en lo real, mientras que el sometido lo es sólo en la idea.

Sin amo no habría habido historia. Pero ello es así porque no habría habido esclavo y, por lo tanto, trabajo. De este modo, queda legitimada la existencia del amo en el pasado y su abolición en el futuro.3

El colapso de las formas tradicionales de poder, ocurrido durante la década de los setenta, nos introduce en un nuevo paradigma. Este nuevo estadio que estamos transitando tiene como puntas de iceberg la globalización y la revolución tecnológica. Esta situación se adentra en las sociedades revolucionando todas las relaciones que las constituyen. Como bien sabemos, toda presión de un cuerpo sobre otro genera resistencia, pero la misma no es igual en todos los lugares o en todos los momentos históricos.

Los llamados nuevos movimientos sociales (NMS) rurales nacen precisamente con el colapso del proyecto desarrollista propuesto desde el Estado (1946-1964) y el comienzo de los regímenes militares (1964-1985). Esta movilización rural, si bien se apoyaba en una conscientización política anterior propiciada por intentos esporádicos desde la izquierda, tiene características peculiares de organización y violencia.

En general, se pueden reconocer tres momentos en la izquierda latinoamericana. Los primeros movimientos hacen su aparición en la década del sesenta al setenta.

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En algunos casos, los grupos, algunos guerrilleros, mezclaron actividades militares y lucha de clases; otros combinaron políticas de sindicatos y partidos parlamentarios. Algunos desafiaban el predominio de los pro-URSS, y hubo maoístas, castristas y trotskistas, o cristianos y populistas. Al caer las dictaduras, estos grupos fueron ayudados por fundaciones socialdemócratas del extranjero. Los regímenes militares implantaron en el campo una modernización forzada, sin tener en cuenta las características de cada región (diferencia norte-sur, por ejemplo) y las particularidades estatales. Retrasaron la reforma agraria, expropiaron tierras favoreciendo los latifundios y provocaron la migración de gran cantidad de familias a las ciudades, con el consecuente hacinamiento en favellas. El conflicto en el campo se agudizó.

La segunda oleada izquierdista se produce al caer las dictaduras, al principio de los ochenta, primero como oposición al régimen autoritario y luego contra el neoliberal, por ejemplo el Foro de São Paulo, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador, el Partido de los Trabajadores de Brasil y el Partido Revolucionario Democrático de México. Hicieron política parlamentaria y comenzaron a asimilar medidas neoliberales de privatización y globalización, por lo que perdieron parte de su identidad de izquierda. Otros fueron asimilados por ONG’s. Ambas oleadas no tomaban en cuenta excesivamente el tema indígena; incluso antes de 1989, los intelectuales izquierdistas consideraban que la lucha indígena debía fundirse con la lucha obrera, al ser ambos grupos desplazados.

La tercera ola, que es la que nos ocupa, viene del campo y posee más fuerza —incluyendo armas— y resistencia. Busca el consenso y, a veces, recurre a la coacción. Parte de su poder radica en que no han sido “focos” revolucionarios, sino fuerzas de permanencia a lo largo del tiempo: el MST se muestra desde 1984 y el EZLN, desde 1994, pero con más de diez años de existencia oculta.

Según Tilman Evers, los NMS se sustentan en estas cuatro tesis:4 a) El poder político como categoría central de las ciencias sociales es una concepción limitada para la comprensión de estos movimientos, su potencial no se refiere básicamente al poder y sí, en cambio, a la renovación de patrones socioculturales y sociopsíquicos de lo cotidiano, que penetran en la microestructura de la sociedad. b) El proceso creativo es abierto, embrionario, discontinuo y lleno de contradicciones. Se trata de pasosPage 245iniciales en dirección a una sociedad alternativa. Es una contracultura que dispara en varias direcciones y se nutre de la “utopía”, pero con acciones directas. c) En una primera tentativa de dar nombre a esta dirección, la dicotomía alienación-identidad puede ayudar, teniendo en cuenta que alienación en el sentido clásico es lo que el hombre realiza en contra de su propia naturaleza, como la cultura. Aquí, en los NMS, no hay lugar para lo único. Ellos se basan en la polisemia y en la aceptación de lo diferente —etnia, religión— según conceptos más abarcativos como la justicia en la repartición de beneficios básicos, como el trabajo, la educación, la salud o la comida. d) Este nuevo proceso incluye la creación de sujetos propios; por lo tanto, éstos no pueden ser pensados como entidades sociales o individualidades completas, sino como fragmentos de subjetividad que atraviesan la conciencia y la práctica de personas y organizaciones. Los NMS no están relacionados con los movimientos de masas, sino con las movilizaciones regionales y locales.5

El fenómeno de los Sin Tierra rompe con la idea de la revolución heredada del iluminismo; sostiene la posibilidad de una nueva totalidad de ideas. El hombre es el verdadero sujeto. Si él cambia, cambian las instituciones porque se vacían de la vieja legitimidad. La fuerza del Estado no lo atemoriza. Morir por la tierra tiene un significado que trasciende a los hombres.

Orígenes del MST

Como se dijo, durante el periodo de dictadura (1964-1980) comenzó en el campo una importante transformación de las formas de producir. Los gobiernos militares implantaron una política de desarrollo agropecuario para la modernización del campo, poniendo el énfasis en los métodos industrialistas, pero sin...

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