Sueño Americano / Amor sin fronteras

A diferencia del común de las personas que abandonan su país en busca de mejores condiciones de vida, las causas que orillaron a Raúl a emigrar a los Estados Unidos no fueron las económicas, sino la emoción que provocaba en él la palabra aventura.

Hijo mayor de una familia propietaria de un taller industrial, el joven recién egresado de la Vocacional 4 siempre gustó de mantener el exceso de adrenalina corriendo por su cuerpo y cuando apenas cursaba los primeros días de clase en el colegio del IPN, de inmediato ingresó a la organización estudiantil de la ODET para codearse con los principales porros de su escuela y tomar camiones para las clásicas "compras" en los principales establecimientos comerciales.

Sin embargo, nunca dejó de lado sus estudios y siempre mantuvo la diferencia entre la superación y la emoción; por ello, no tuvo ningún problemas para concluir su vocacional ni para ganarse un lugar en la carrera de aeronáutica, en la ESIME. Pero Raúl quería volar antes del décimo semestre de su carrera y por ello se propuso emigrar al mítico País de los dólares.

Sin problemas pudo llegar el inquieto joven a la ciudad de Miami, ya que no tuvo ningún contratiempo para que la embajada de los EU le extendiera una visa por 10 años, además de llegar cómodamente en un avión de la desaparecida línea Pan Am.

De inmediato se dispuso el veinteañero a buscar empleo, siendo en una empacadora de verduras donde se ganó su primer sueldo con billetes verdes; ataviado con un mandil de plástico y grandes botas de hule, Raúl se sumergió en los surcos de los campos en West Palm Beach para cortar las enormes lechugas con un filoso cuchillo entre las miradas extrañadas de sus compañeros de trabajo, quienes lo observaban como intruso en aquellos lares a pesar de también ser mexicano.

Pero a diferencia de sus connacionales, quienes en cuanto terminaban sus diarias labores se encerraban en sus habitaciones para ver las telenovelas mexicanas, o se deleitaban con la gracia de un elefante que refleja Don Francisco los sábados, Raúl asistía por las tardes a una escuela para inmigrantes en la que estudió el idioma inglés, logrando dominarlo a la perfección en menos de seis meses.

Fue ahí en donde gracias al ejercicio de escribir cartas a otras partes del mundo para practicar el idioma, conoció a una joven alemana de nombre Judith Datzer, con quien comenzó a intercambiar...

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