Alejandro González Alcocer. Tras bambalinas

AutorGerardo Laveaga
Páginas14-16

Page 15

Ahora que finalmente la Constitución fue reformada para dejar paso al sistema penal acusatorio; ahora que se está elaborando la legislación secundaria en temas como justicia alternativa, suspensión del proceso bajo condición, extinción de dominio y juicios orales, por doquier han comenzado a pulular “los padres de la reforma”. No es para menos: el vuelco constitucional que impulsó el presidente de la República ante el Congreso de la Unión es el más ambicioso esfuerzo que se ha realizado para modernizar la justicia penal desde 1917.

En el surgimiento de este nuevo sistema, es cierto, hay que dar crédito a buen número instituciones y abogados. Uno de los más consistentes y echados para adelante ha sido, sin lugar a dudas, Alejandro González Alcocer, actual presidente de la Comisión de Justicia del Senado de la República.

La Comisión, por su propia naturaleza, está encargada de dictaminar las iniciativas de leyes y decretos vinculados con la materia de justicia, sí. Es la comisión abocada a la aprobación del procurador general de la República y a la designación de los ministros de la Suprema Corte, desde luego. Pero esto no implicaba, per se, que su titular se hubiera involucrado en la reforma penal con la visión y la pasión con que lo hizo González Alcocer, a quien hay que mirar como uno de los promotores más destacados del sistema acusatorio que está cobrando vida en México.

Curtido en decenas de batallas a favor del Partido Acción Nacional —tanto su padre como su suegro fueron pilares en su fundación—, este abogado, excesivamente franco por ser el político avezado que es, ha preferido, desde siempre, desplazarse con un perfil bajo. Aunque rebosa simpatía y mantiene un gesto amable, un aire casi infantil que apenas atenúa su bigote gris, no ha sabido —o no ha querido— capitalizar estos rasgos para construirse una imagen pública acorde con la magnitud de los desafíos que le ha tocado encarar.

Creció en la ortodoxia ideológica del PAN, pero tanto sus éxitos como sus descalabros le hicieron aprender a alternar con las nuevas corrientes, donde el pragmatismo ocupa un lugar preponderante. “Después de todo”, dice él, “Gómez Morin era un hombre que buscaba resultados antes que abstracciones”. Sabe que, en política, hay que construir con lo que se tiene y no con lo que se quisiera tener. Conoce, asimismo, que la suerte juega un papel indiscutible en cualquier carrera pública. En la suya, sin ir más lejos…

Cuando concluyó su gestión como...

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