Adolfo Aguilar Zinser / Atole con el dedo

AutorAdolfo Aguilar Zinser

Los partidos políticos y sus legisladores promueven el derecho al voto de los mexicanos residentes en el extranjero, como si abogaran en favor de que todos los niños de México se desayunaran cada mañana un vaso de nutritivo atole de chocolate y piloncillo. Es una idea excelente, altruista, con la que nadie podría estar abiertamente en desacuerdo, pero que tampoco nadie está dispuesto a encontrar la manera de hacerla realidad y menos a sufragar su costo; tratándose del voto en el extranjero, costo electoral. Desde hace más de seis años todas las fuerzas políticas de México se han llenado la boca de enjundiosas promesas para quienes desde Estados Unidos exigen su derecho a votar, cuando menos en elecciones presidenciales. Todos los políticos han prometido una taza de atole humeante. Esas promesas no se cumplieron en el 2000, ni en el 2003 y todo indica que no habrán de cumplirse en el 2006. A simple vista el proyecto de reformas legales aprobado hace unos días, casi por unanimidad en la Cámara de Diputados, parecería colocar a este compromiso en vías de realización. Sin embargo, se trata de un gigantesco acto de hipocresía, típico de nuestra vida política. Las reformas aprobadas por los diputados son un conjunto de disposiciones generales, en muchos aspectos ambiguas o imprecisas, carentes algunas de ellas de un claro sustento jurídico, que de ninguna manera resuelven los problemas prácticos asociados a la recaudación de votos en el exterior y que dejan al IFE la ingrata tarea de tratar de interpretar e implementar, sin tiempo suficiente para ello, sin el presupuesto mínimo indispensable y sin un mandato claro que no dé lugar a graves discrepancias. Los diputados de todos los partidos decretaron, henchidos de amor a la patria y a la infancia, que todos los mexicanos que viven en Estados Unidos podrán votar para presidente de la República -que los niños de México deben desayunarse un rebosante jarrito de atole todas las mañanas- a sabiendas de que no hay leche, ni harina de maíz, ni cocoa suficiente para hacerlo, que no hay asignado el presupuesto para pagar el atole y que no se tiene resuelta la manera de distribuirlo.

Eso sí, ahora nadie podrá acusarlos de estar en contra de tan justa medida. De haberlo querido sinceramente, sin miedo a las consecuencias electorales que el voto de los mexicanos residentes en Estados Unidos pudiera tener en el 2006, los partidos habrían actuado a tiempo, con oportunidad y determinación. Hace varios años que...

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