Adiós a un jurista liberal

AutorGerardo Laveaga
Páginas21

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A sus 67 años, José de Jesús Gudiño Pelayo nunca habría ganado un concurso de oratoria. Pero su voz pastosa y su mirada distraída, sus espesos bigotes y el tic que lo obligaba a arrugar la nariz, como si quisiera evitar que sus anteojos fueran a caer y a rompérsele en pedazos, encubrían una de las mentes jurídicas más agudas y consistentes de nuestro país.

Aunque formado por los jesuitas, las muchas lecturas de este jalisciense —entre las que destacaron las de Bertrand Russell y Karl Popper— lo condujeron paulatinamente hacia el agnosticismo. Su sentido de la responsabilidad, no obstante, se impuso sobre cualquier otra consideración. Le angustiaba, por ejemplo, la idea de ocupar un sitial entre los 11 jueces más altos de la nación sólo para realizar tareas burocráticas, propias de un inspector de control de calidad.

Esta actitud la anticipó aún antes de convertirse en ministro, tanto en artículos como en alguno de sus libros. En ellos alentó, entre otras ideas, la de que se privilegiara el amparo "de barandilla" y se suprimieran muchos de los trámites que tienen convertido a nuestro sistema judicial en una red de inextricables laberintos.

Opiniones como éstas llegaron a inquietar a quienes vaticinaban para él un futuro halagüeño. Cuando publicó Introducción al amparo mexicano, un magistrado amigo suyo le pronosticó que había perdido su oportunidad para convertirse en ministro. Al referir esta anécdota, Gudiño se regodeaba: "Aposté y gané".

Nunca perdió ocasión para realizar este género de apuestas y, ya siendo ministro, en El Estado contra sí mismo arremetió contra la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, sosteniendo que el organismo no tenía ninguna razón de existir. Duplicaba las funciones que ya tenía encomendadas el Poder Judicial, aseveró. Algunos jueces y magistrados movieron la cabeza: "Yo no sé por qué a Gudiño le encanta meterse en broncas", me confió uno de ellos. Pero si meterse en broncas significaba tomar postura, hacerlo resultaba indispensable para él. Más de una vez denostó a aquellos de sus colegas que, antes de pronunciarse en cualquier sentido, preferían verificar "por dónde soplaba el viento".

Sus intervenciones judiciales, sus proyectos y sus votos particulares confirmaron, una y otra vez, su consistencia. Se colocó en el ala liberal de la Corte y, desde ahí, lo mismo defendió el derecho que tenían las mujeres para decidir si querían continuar un embarazo, que el de las parejas del mismo sexo para...

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