La abanderada que viene del bosque

AutorRaúl Ochoa

Como en un cuento, desde los cuatro años Daniela ha pasado el mayor tiempo en el Rancho Santa Elena, en el municipio Huasca de Ocampo (Hidalgo), alejada del bullicio y la contaminación. La zona está cerca de Tulan-cingo, Hidalgo; está rodeada por ejidos y acusa carencias: no hay electricidad, televisión, internet ni telefonía celular.

En medio de estas privaciones emerge el complejo turístico Rancho Santa Elena, propiedad de su padre, Roberto Campuzano, con decenas de hectáreas de árboles, cerros y caminos rocosos.

El lugar ofrece a los turistas avistamien-to de aves, actividades de aventura, campamentos, ciclismo, ecoturismo, escalada en roca, pesca deportiva, kayak, campo traviesa, rappel, pesca y tiro con arco. En ese espacio, Campuzano encontró el sitio apropiado para practicar el ciclismo de montaña.

"Desde que sales de casa de inmediato estás en la montaña. No hay coches ni tráfico. Por lo tanto, no tienes que preocuparte de nada que no sea tu preparación. Es como el paraíso para el ciclismo de montaña. Si a ello le agregas la altitud del lugar, mejor todavía". Justo ahí, Daniela depura su técnica en compañía de su esposo, el exciclista Octavio Cetto.

La pasión por el ciclismo se la inculcó su papá, a quien le pagaron un trabajo con una bicicleta en laque Daniela, otrora triatleta, experimentó sus primeros ascensos a las montañas al lado de su padre, quien inició sus travesías con la hija mayor, Andrea.

Su papá es agrónomo; su madre, bióloga. Sus dos hermanas, igual que Daniela, se titularon en esta última profesión. Por cuestiones laborales, los padres, originarios de la Ciudad de México al igual que las hijas, se trasladaron a esa semiapartada región, donde la familia se gana el sustento gracias a la promoción del ecoturismo en su propio rancho.

Al comienzo, su padre y la hermana mayor incursionaron en las competencias, la mayoría organizadas por Roberto en su propio terreno. En ocasiones, Danielay su hermana menor, Cecilia, participaban en las carreras, aunque acepta que al principio no le agradaban: "Me ponían muy nerviosa".

Su padre solía llamarle la atención cuando ella, de improviso, detenía su bicicleta para auxiliar a algún compañero en apuros. Ella dice que lo hacía porque difícilmente lograba contener los nervios.

Me sigo poniendo muy nerviosa, pero ahora es diferente porque estoy completamente dedicada a lo que me gusta, con la idea de vivir de esto. Pienso en lo afortunada que soy, y de esa manera intento controlarme..

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