Un guiño para los devotos de San Valentín

AutorSamuel Máynez Champion

Pero más allá de la valía patrimonial del acervo -contiene también un legajo de epístolas y una especie de bitácora- es de destacarse que atrás de los pensamientos musicales en cuestión pulula una historia de amor digna de ser contada. No es de excluir que en la transmisión del relato familiar se hayan colado elementos de franca inventiva o, incluso, de leyenda. Como quiera que sea, el contenido del relato ha estado sujeto a la inevitable deformación y addenda de la oralidad y, como podrá constatarse, a la vena literaria del último poseedor del acervo, quien, por razones personales, prefiere permanecer anónimo.

Dispóngase entonces el ánimo para internarse en los vericuetos del relato y en las vicisitudes de pentagramas y protagonistas.

En un momento impreciso zarpó de Irlanda una embarcación que después de atracar en Nueva York continuó la travesía hasta el puerto de Veracruz. Entre las filas de inmigrantes que no habían podido -o no habían querido- descender en el incipiente imperio yanqui, se encontraba una pareja que quiso llenar de sol su hambre y que dispuso sus corazones para amarse en territorio de indios. De esos amores trasplantados nacieron varios críos, entre los que aparece la madre del futuro autor de las partituras. De esta última se ignoran los detalles de su biografía, salvo que contrajo nupcias con un maestro filarmónico apellidado Campos y que entre ambos procrearon al hijo único que viene a encabezar el elenco de las dramatis per-sonæ de la historia. También son vagos los datos de la infancia y adolescencia de éste, mas por ahora baste con saber que se llamó Juan N. (Nepomuceno) Campos, que fue el autor de las composiciones musicales y que su perfil amatorio fue, por decir lo menos, sui generis.

En el amarillento cúmulo de hojas pautadas descuella una serie de nocturnos para piano en los que aparece con obsesión manifiesta la presencia de una mujer para quien brotaron escolios y dedicatorias de una florida vehemencia. En uno de ellos titulado "Sobre ti" puede leerse en los márgenes: "sobre tu piel florecen las enredaderas de la sangre, sobre tu vientre amanecen los ojos del infinito, sobre tus labios abjuran los abrojos de la duda, sobre tu pecho resurgen los veneros de la dicha." En otro fue escrito: "para mi sirena de amapolas y azucenas, con besos apasionadamente tiernos y caricias lujuriosamente castas." Como corolario de un tercero figura con bella caligrafía: "Fuiste elegida entre las nereidas para imantar mis...

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