Más, más, más

AutorDenise Dresser

Como reporta Ginger Thompson en un explosivo artículo publicado recientemente en The New York Times, operadores de la CIA y empleados militares estadunidenses se encuentran ya trabajando en una base militar mexicana. Allí, por primera vez, encargados de la seguridad nacional de ambos países recolectan información. Planean operativos. Colaboran en una unidad especial antinarcóticos. Usan tecnología avanzada de espionaje que intentan mantener al margen de la corrupción que caracteriza a las agencias de seguridad en México. Y de forma encubierta tratan de evadir las leyes mexicanas que prohíben a fuerzas policiacas y militares extranjeras operar en suelo mexicano.

Las razones de esta colaboración sin precedentes son tanto políticas como de seguridad. Barack Obama enfrenta una reelección en la cual se le preguntará por qué la violencia en la frontera con México aumenta; Felipe Calderón enfrenta una contienda en la que se le cuestionará por qué las muertes no disminuyen. Ambos necesitan mostrar señales de éxito: más narcotraficantes aprehendidos, más drogas confiscadas, más bandas criminales desmanteladas, más armas retenidas. México es cada vez más importante en la guerra global contra las drogas que Estados Unidos insiste en pelear, y la asistencia antinarcóticos en nuestro país ha aumentado más que en Afganistán o Colombia. Con policías federales estadunidenses entrenados para intervenir conversaciones telefónicas e interrogar sospechosos. Con la provisión por parte del Pentágono de helicópteros Black Hawk y “drones” –pequeños aparatos de espionaje– que sobrevuelan el territorio nacional.

Y todos los involucrados en la estrategia de “Más, más, más” piensan que es la correcta. Creen que el número de muertos es evidencia de éxito y señal de progreso. Argumentan que la guerra apenas lleva cinco años y aún es demasiado temprano para hacer juicios finales. Sugieren que, como en Colombia, las cosas se pondrán peor antes de que se pongan mejor. Desestiman el incremento de las violaciones a los derechos humanos, la incapacidad del sistema judicial mexicano para procesar a los inculpados, la debilidad del andamiaje institucional mexicano, la precariedad de la reforma policial. México es el nuevo escenario de esfuerzos estadunidenses en otras latitudes, encaminados a demostrar que la guerra contra las drogas debe ser librada y puede ser ganada.

Resulta difícil creerlo en un contexto en el cual –como lo describe Ginger Thompson– muchos policías...

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