A 30 años del restablecimiento de relaciones Estado-iglesias

AutorBernardo Barranco V.

La suerte estaba echada. La historia de México daría giros sorprendentes que importa recordar. La llamada modernización de Salinas contemplaba a la Iglesia Católica como interlocutora y aliada. El primer signo de que las tradiciones políticas cambiaban fue la invitación, en ese momento polémica, de altos prelados a la asunción presidencial salinista. En el acto estuvieron como invitados especiales el cardenal Ernesto Corripio Ahumana, arzobispo primado; Girolamo Prigione, delegado apostólico del Papa en México, y Adolfo Suárez Rivera, en su calidad de presidente de la CEM.

El anuncio modernizador del presidente Salinas exhibía acuerdos políticos que había pactado con la cúpula de la jerarquía mexicana. Así lo reconoció en su libro México, un paso difícil a la modernidad. Ahí Salinas confesó que la iniciativa era parte de un amplio proceso de reconciliación nacional. Las reformas se promulgaron el 28 de enero de 1992. Y justo un mes previo, en diciembre de 1991, los cabildeos eran intensos tanto en los equipos eclesiásticos como del propio gobierno.

Y se presentaba una primera paradoja histórica. La construcción del Estado moderno en Juárez supuso el acotamiento y sometimiento del poderío social, económico y político de la Iglesia. La llamada separación Iglesia-Estado. En cambio, con Carlos Salinas, a fines del siglo XX, su proyecto de modernización entrañaba la alianza con la aún poderosa Iglesia Católica. Hace 30 años la jerarquía católica se jactaba de hablar a nombre del pueblo mexicano pues su naturaleza, pregonaba, era creyente y católica. Según el censo de 1990 el porcentaje de católicos en México era 89.7% de la población. La jerarquía jugaba y chantajeaba con el mito de que la Iglesia era un factor de unión nacional. Dicho relato se fue desdibujando cuando la Iglesia irrumpe y politiza en la plaza pública, pretendiendo imponerse en temas como el aborto, la píldora del día siguiente, las parejas igualitarias y la eutanasia.

La legislación constitucional era, en efecto, restrictiva de las libertades de las iglesias. No tenían personalidad jurídica, fruto de la herencia de antagonismos que se remontan al siglo XIX, que desembocaron en tres guerras. A pesar de todo, las tensiones se habían atemperado desde los años cuarenta. En estos términos, tanto la Iglesia Católica como el Estado, en particular en el periodo salinista, podían pensar que la modificación de la legislación respectiva beneficiaría a ambos, pues, según los representantes...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR