Zona submetropolitana / 19 de septiembre

El lunes pasado, fui invitado a Radio Universidad para participar en un programa dedicado a narrar lo sucedido en el terremoto del 19 de septiembre de 1985.

Era el único invitado. Por ello, la plática se centró en todas las cosas que tuve que realizar para entender y tratar de apoyar a mucha gente afectada por los trágicos resultados del terremoto.

A pesar de tantos años, las imágenes de esa sacudida social sigue viva para muchos de los sobrevivientes de esa tragedia.

La devastación sufrida y la larga lista de efectos colaterales que tuvo, actualmente (sobre todo entre los jóvenes), sólo son un vago recuerdo, una historia, o de plano no existen para muchos de ellos.

Me agrada mucho que se mantenga vivo ese recuerdo y que se razone sobre las implicaciones de lo que sucedió.

Eran las 7:19 de la mañana, cuando estaba saliendo de la ducha. En el cuarto empezaron a venirse abajo los libros. Los cuadros. Los discos. Todos los objetos que estaban encima de los muebles, en medio de un crujir de paredes y con los cables de luz estallando y sacando chispas, rompiendo los vidrios de las casas.

Recordé lo que siempre me habían indicado: "Cuando tiemble corre y te colocas bajo el marco de una puerta". Ese, me dijeron, "es el lugar más seguro".

Así lo hice, pero en los dos minutos que duró el terremoto, con una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter, me parecieron los dos minutos más largos de mi vida.

Había que mantener la calma, ante el ruido sordo que salía de la tierra, del techo y de los ladrillos desnudos pero eso era imposible.

Se dice que la energía liberada en esos dos minutos fue equivalente a la que generaría la explosión de mil 114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una.

No me cabe en la cabeza una equivalencia de ese tipo.

Una vez que se calmó el temblor, me asomé a la ventana: la fachada de la casa vecina había caído. La calle tenía una grieta enorme. Los latigazos de los cables de luz sonaban por todos lados. Y una fina nube de polvo gris empezaba a aparecer por todos lados.

No había luz, no había agua, no había teléfono...

Me sentía aislado, como si estuviera en un lugar desconocido.

Vivía cerca del centro. Y al salir de la casa para escuchar las historias de los vecinos. Entendí la magnitud del asunto.

Mi vida había cambiado en dos minutos... ¿Y qué podía hacer?

CIFRAS Y ACCIONES

Las cifras oficiales informan que el saldo fue de 6 mil muertos y 10 mil heridos.

Sin embargo, cifras dadas por las diversas organizaciones sociales...

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