Zona de Guerra

AutorLaura Pardo

En la guerra hay campos minados, sitios de los que casi nadie sale vivo y donde la tensión está siempre presente. Cada movimiento cuenta y puede ser mortal. Trasladada al núcleo familiar, a la vida cotidiana, esta es la premisa con la que Tim Roth dirige Zona de Guerra (The War Zone; Gran Bretaña 1999) una de las cintas más estrujantes y conmovedoras del cine inglés en los últimos años. Con su ópera prima Roth ha conseguido conjuntar los elementos más provocativos del cine de Bergman (el erotismo escondido, el misticismo, la opresión familiar) con la hermosura visual de Tarkovski. El resultado es una cinta de belleza clásica que toca sin tremendismos uno de los temas malditos por naturaleza: el incesto.

Basada en la novela homónima de Alexander Stuart (con guión de él mismo), la cinta se sitúa en el momento en que una familia de clase media se adapta a la vida apacible de Devon después de haber vivido en Londres. El lugar es tranquilo hasta el aburrimiento y Roth se encarga de mostrarlo desde las primeras secuencias. Se trata de un sitio sereno, donde el mar golpea contra las rocas sin hacer mucho ruido y donde flota una casi imperceptible niebla perversa que se encarga de perturbar el ambiente. El papá (Ray Winstone), la mamá (Tilda Swinton), los dos hijos adolescentes (Lara Belmont y Freddie Cunliffe) y una recién nacida habitan la casa perfectamente simétrica en la que la cámara del fotógrafo Seamus McGarvey se inmiscuye con mucho respeto, siempre tomando distancia de los personajes y los acontecimientos.

Actor fetiche de los cineastas contemporáneos más importantes (desde Greenaway hasta Tarantino pasando por Wenders o Holland), Roth asume su papel de director desde una perspectiva que sorprende por su honestidad y desapego a las convenciones de moda del cine actual. No hay un solo encuadre, un solo emplazamiento en Zona de Guerra que no respete la bella y compleja ambigüedad de los personajes: la joven que esconde un secreto que la convierte en víctima y cómplice, el padre correcto pero capaz de montar en cólera a la menor provocación, la madre apacible y totalmente desligada de los problemas reales del hogar y, finalmente, el adolescente caliente alterado por su pensamiento lujurioso del que no se escapan ni las mujeres de su propia familia.

Roth sabe que sus personajes son por sí mismos complicados y prefiere mantenerse al margen, dejar que la cotidianidad de sus vidas hable sin...

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