Yurchenco a 100 años

AutorErika P. Bucio

Quizá Henrietta Yurchenco (Estados Unidos 1916-2007), pionera en la grabación de campo en México, jamás hubiera venido al País de no ser por su amistad con Rufino Tamayo. El pintor oaxaqueño y su esposa Olga vivían en Nueva York en un pequeño apartamento en los años 30.

Un día recibió una llamada de Tamayo, era la primavera de 1941, acababa de comprarse un coche. "¿Quiere ir con nosotros a México?, propuso el pintor. El matrimonio Yurchenco no lo dudó. Decidieron que se quedarían en México hasta gastar su último centavo.

Henrietta, nacida el 22 de marzo de 1916, estaba por terminar su trabajo en la estación WNYC, donde tuvo la serie Aventuras en la Música, fue pionera en difundir la música folclórica internacional por radio en Nueva York.

"En 1940 casi no había discos comerciales. Entonces fui en busca de músicos vivos, escribe en sus memorias La vuelta al mundo en 80 años (CDI).

Eso también haría en México.

Estando aquí recibió una carta de John H. Green, un ingeniero de sonido conocido en Nueva York. "Me dijo que quería venir a México con su grabadora una enorme máquina Fairchild. ¿Le podía arreglar un viaje de campo a algún sitio? Mi corazón latió con fuerza. ¡Tal vez ahora conseguiría hacer lo que estaba en mi subconsciente desde que llegué!, narra en sus memorias.

Con apoyo de la SEP y de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, se lanzó con Green a grabar la música folclórica de Michoacán. Era el 1 de abril de 1942.

"Fue la primera mujer que se dedicó a la grabación de la música indígena, por eso también causó mucha sorpresa cuando llegó a México, dice Lidia Camacho, directora de la Fonoteca Nacional. "Viene con la idea de que estas tradiciones ancestrales se habían perdido y se encuentra con la gran riqueza de la música indígena y tradicional.

Su primer destino fue Pátzcuaro. Llegaron a las comunidades alrededor del lago. Empezaron a llegar guitarristas y cantantes dispuestos a cantar y tocar. "Sin embargo, la bonanza no llegó del lago, sino de Paracho, donde el Gobierno tenía un internado indígena. Esos chicos y chicas, cantando en dúos o tríos, sabían una cantidad formidable de canciones en lengua purépecha, citó en sus memorias. Luego fueron a las rancherías de la Sierra y la Cañada.

En tres semanas, en zonas indígenas registraron más de 125 canciones, incluyendo los corridos de sitios mestizos.

"En aquel tiempo, la Sección de Música (de Bellas Artes) tenía en su archivo partituras de música recopiladas entre algunos...

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